UN COCODRILO LLAMADO CUNGA

cunga

UN COCODRILO LLAMADO CUNGA

En una noche de invierno, tormentosa, fría y horripilante, el viento rugía con una fuerza inaudita y temible, aullando por entre las ramas de los gigantescos árboles, en el medio de la selva africana, nació un cocodrilito.

¿Te podrías imaginar a un pequeño huevo de cáscara amarillenta con pintitas rosas, dentro de un agujero, en un árbol, agitándose y temblando con el caer los rayos y el rugido de los truenos? Y en el momento más terrible de la tormenta, entre un rayo y otro, un pequeño trozo del huevo cayó al piso del nido. Más en lugar de asomarse el verde hociquito como sería normal, buscando aire, salió una pequeña sierra eléctrica, sí, una auténtica sierrita! y serruchando rápidamente el resto del huevo, el mismo se rompió y un simpático cocodrilito rosa, de ojos verdes, avispados y curiosos, emergió rápidamente observando el mundo por primera vez.

Mamá no estaba por los alrededores. Las señoras cocodrilo habitualmente son muy cuidadosas con sus crías, pero en esta ocasión, parece que se le olvidó en donde había dejado a su hijo.

Cunga, como después se nombraría a si mismo, había llegado al mundo.

Afortunadamente nuestro pequeño amigo no tenía ninguna dificultad en encontrar lo que su estómago requería para sobrevivir en la selva: zanahorias y raíces, ricas lechugas, coles y demás verduras. Resulta que nuestro cocodrilito era vegetariano.

Había un arroyo cercano a su nido, con muchos otros cocodrilos, pero nuestro amigo era el único en su tipo y como siempre, cuando se trata de alguien diferente, no dejaban de burlarse de él todo el tiempo y lo molestaban hasta aburrirlo.

Aún así, aprovechando su inteligencia, pensó y pensó mucho tiempo, en algo para demostrarles a los demás cocodrilos, especialmente a los más abusivos, lo que un cocodrilo rosa puede hacer.

Después de mucho esfuerzo, con palos y ramas, incluso con algunos troncos grandes, levantó un pequeño escenario de teatro, con la idea de llevar a cabo aquello que, junto con sus otras excentricidades, le fascinaba hacer, protagonizar una obra teatral, siendo él protagonista, héroe, guionista, actor secundario, en fin, él solito haría toda la obra completa.

Era una calurosa noche de verano, entre la humedad del ambiente y los mosquitos, nuestro amigo lleno de nervios, pudo por fin estrenar su obra. El espectáculo comenzaría en unos minutos y todos los cocodrilos del delta se habían reunido, sentándose en las butacas, completando todos los lugares del pequeño teatro. Llenos de curiosidad, habían asistido para ver y encontrar en este esfuerzo, otro motivo más para seguir burlándose de nuestro amigo rosado.

Se abrió el telón y un instante después de comenzar la música, saltó Cunga al escenario, haciendo un lindo, pero poco agraciado arabesco de ballet, el tutú, la música y hasta su un poco torpe forma de moverse fueron demasiado para su público que estalló en risas y carcajadas y hasta algunos malosos empezaron a aventarle hortalizas con todas sus fuerzas.

El primer jitomatazo desconcertó terriblemente a nuestro pequeño Cunga, el segundo lo dejó viendo estrellas, el tercero lo noqueó y lo siguiente que supo fue que estaba en al fondo de una humillante montaña de vegetales y entonces enarboló una banderita blanca para rendirse y pedir paz.

Por supuesto, después de esta humillación pública, sus deseos de bailar se esfumaron por completo. Más no, no estaba nada conforme y arrastrándose cabizbajo y pensativo, sus espectadores, sin dejar de burlarse y de humillarlo, lo vieron salir del escenario.

Nunca se hubieran esperado lo que a continuación sucedió.

Afuera del teatro comenzó a llover a cántaros y estaban los espectadores listos para salir, pero se detuvieron a esperar a que amainara un poco la tormenta, cuando de pronto del fondo del escenario, apareció Cunga fuertemente armado y con un pequeño casco militar en su cabeza, apuntando a todos con una ametralladora, lleno de furia y con grandes deseos de venganza, despiadadamente acribilló a todos los cocodrilos del auditorio.

Al finalizar y con todos los cocodrilos a sus pies, tuvo una excelente idea:

Tomates y verduras + pieles de cocodrilo = mucho dinero!

A la mañana siguiente, con un agradable y templado día en la selva, allí, al lado del camino, estaba el pequeño Cunga muy serio, rodeado de cajas de verduras y pieles de cocodrilo extendidas, esperando hacer un buen negocio.

Cajas y cajas repletas de los vegetales que le habían arrojado el día anterior y aun más, muchas pieles ya curtidas de sus ex amigos, esperaban a algún buen comprador. Siempre hacen falta zapatos y cinturones de piel de cocodrilo, como así también ricas y frescas verduras y los compradores se le amontonaron en un ratito… aunque muchos estos compradores extrañados pensaron suspicazmente, que aquel cocodrilo rosado que vendía verduras y pieles de sus congéneres, no era nada, nada de fiar.

Una mente fría y calculadora siempre funciona en el mundo de los negocios y de las finanzas y después de sus primeras ventas, con algunas atinadas inversiones, pudo hacer mucho dinero. Primero se adueñó del río, luego del delta completo y tiempo después era un cocodrilo muy rico.

El sentirse un artista frustrado, no minimizó su capacidad e inteligencia y no se podía negar que era muy bueno en los negocios, así que fundó su propio banco, el “First Crocodile Bank of Africa”.

Los humanos lo ayudaron y cuando el mundo rodó finalmente en el caos del calentamiento global, Cunga nuestro cocodrilo empresario, ¡era el dueño de las tierras más fértiles del planeta!

Esto era demasiado para Cunga, ahora él lo tenía todo, dinero, prestigio, riqueza. Pero algo andaba mal en su vida y así lo sentía y caminando tristemente por entre los interminables pasillos de las enormes bóvedas repletas de oro, joyas y muchísimo dinero, recordaba nostálgicamente cuanto le gustaba bailar.

Estaba triste, muy triste y nada podía alegrarlo por lo que terminó profundamente hundido en la más trágica de las depresiones. Hasta que un buen día decidió que ya no podía con este estilo de vida y escalando la montaña más alta de dinero, haciendo un difícil y complicado saltito de ballet, saltó al vacío.

Cayó estrepitosamente entre las bolsas de monedas.

Nuestro buen amiguito Cunga, el cocodrilo rosa, siempre tuvo dos deseos en su vida: llenarse de dinero y bailar.

Estamos seguros que al final logró ambos objetivos. Según cuentan las leyendas, en el bosque africano, muy cerca del Delta donde nació, aún se puede ver su espíritu a contraluz de la luna, bailando feliz con sus cortos y torpes pasitos de ballet y de hecho, acabo de verlo en una tienda de lujo en Nueva York, convertido en una extraordinariamente cara y excéntrica cartera de piel de cocodrilo, color de rosa y de ahí vengo, precisamente, para contarte su historia.

FIN

Autor: Bernardo A. Lindig / escrito en colaboración A. Lindig