CAPITULO I
Podría haber sido cualquier hora de la madrugada, en esa noche tan fría y oscura. Con los ojos bien abiertos y la mente despejada, sin rastros de sueño, solo se escuchaba el ruidito de los bichos en la madera y el suave susurro entre sueños de su madre, en el otro cuarto del pequeño departamento que compartían, junto con varios vecinos en el viejo edificio.
No recordaba haber soñado nada, pero tampoco sabía que era lo que lo había despertado, sobresaltado y con el corazón latiendo muy fuerte. De cualquier forma, debía saber la hora exacta y ahora mismo, con ese ímpetu con el que manejaba todo lo que requería, tenía que ser resuelto de inmediato. De pronto recordó que le habían robado su reloj y su celular ¿porque no se habían llevado mejor sus zapatos? Eran nuevos.
Se sintió frustrado y enojado consigo mismo, pero fue entonces cuando se hizo perceptible a sus finos oídos. Esos pasitos cortos sobre la acera, el repiqueteo de los tacones era inconfundible. Si, era ella, como cada noche a la misma hora de la madrugada. Caminaba segura y rápidamente y de costumbre justo debajo de su ventana, cruzaba la calle a la otra acera y era el momento preciso y único para poder verla. Si se apresuraba, seguramente la alcanzaría. Se levantó a toda prisa y corrió a toda prisa hacia la ventana, casi se tropieza con la mesita, pero alcanzó a verla justo cuando iba cruzando la calle.
Su vestido muy corto y ajustado, brillante, como si fuera de alguna piel laminada, mostraba un cuerpo escultural. La larga cabellera rojiza o tal vez caoba, era difícil saber el color con estas luminarias que apenas alumbraban de tan cochinas y polvosas, se ondulaban con cada paso. Sus largas y delgadas piernas, bien ajustadas con unas medias de cuadritos terminaban en un par de zapatillas muy altas. Los tacones brillaban a la luz de la luna y parecían relampaguear. El pequeño bolsito a su izquierda, como siempre. Magnífica la visión y aun mayor la fantasía que de ella surgía, en ese andar tan desganado y ya cansado, pero firme y resuelto.
Fijó en ella con todas sus fuerzas la mirada y fue entonces que se giró un poco, como si supiera que la estaban mirando. Por fin pudo ver su rostro suavemente iluminado por la luna, era pálido, delgado, de labios muy finos y muy bien pintados. Pero los ojos, aún a la distancia aparecían profundos y tristes, cansados, mostraban un alma deteriorada por el tiempo y por la vida.
Sintió pena por ella y por un momento pensó que tal vez sería buena idea bajar y alcanzarla. Pero no, el ya sabía que no era posible aún. Ya será en algún otro momento, tal vez. Ahh… como siempre, le ganaba la timidez, ¿o el miedo? No, él se sentía valiente y demasiado inteligente como para caer en los brazos de una prostituta.
Se acostó de nuevo en la cama y trató de dormir. Después de muchas vueltas y soñando despierto con la dama de la luna, decidió levantarse y tomar un vaso de agua. No era el momento. El lo sentía así, pero al mismo tiempo, no encontraba ninguna excusa para lo que presentía por dentro.
CAPITLO II
La noche después de eso, pasó deprisa y cuando sonó el radio de su madre en la cocina, desde donde ya se olía el tufillo amable del desayuno, él todavía sentía sueño. Claro, tardó un buen rato en volver a dormir, después de su aventura nocturna y ahora estaría todo el Sábado cansado y de mal humor.
• Ruy, tenemos que hacer algo con esa cama, rechina demasiado. Dijo su madre, – anoche no parabas de dar vueltas y no me dejaste dormir –
• Lo siento mamá, no pude dormir bien – contestó
• Así parece hijo, deberías de cenar menos o de plano solo tomar un vaso de jugo o algo ligero antes de dormir, me parece que …
• Bueno mamá discúlpame ¿si? No lo hice a propósito –
• De acuerdo hijo, igual tenemos que darle un par de martillazos a esa cama espantosa.
El muchacho solo se encogió de hombros y tomó la taza de café.
• Tengo que salir a unas compras y regreso en un rato.
Ella tomó su bolsito que tenía siempre listo en la repisa de la entrada y salió de prisa. Sabía, por tristes experiencias, que no era buen momento para discutir con su hijo. Últimamente era muy difícil hablar con él. Casi siempre estaba de mal humor y contestaba de manera ruda y ella tampoco sabía como acercarse para platicar de manera natural, así que lo mejor era salir en estampida y volver más tarde, cuando él ya no estuviera en casa para evitar esos roces tan constantes como lamentables entre ellos.
El la miró irse con cierta ironía. Ya sabía lo que ella pensaba y por eso no se sorprendió de verla salir casi corriendo. Tomó rápidamente su café y luego de peinarse un poco la larga melena y de mojarse la cara con agua fría, salió a la calle.
La luz del sol lo hizo retroceder un poco. El departamento era muy oscuro y aún más el pasillo hacia la salida y una vez afuera, el sol le pegó de lleno en los ojos. Rabió un poco y se talló los ojos y una vez acostumbrado a la luz, se agachó para amarrarse las agujetas de sus zapatos. Siempre se le desataban ¿porqué no inventan agujetas que se mantengan atadas? Se preguntó.
Llegó a la parada del camión y aunque ya había algunas personas deambulando en la calle, todavía era temprano para ir al centro. El lo sabía, pero ¿a que otro lugar podía ir? Ni modo, a caminar mejor y con eso a ahorrar el dinero del pasaje.
CAPITULO III
Aun no abrían la cafetería y aunque el local era pequeño, era muy tranquilo y el café era por demás, delicioso y no tan caro como en otras partes. Decidió sentarse un rato en una banca en el zócalo hasta que abrieran y de allí podría ver a la gente pasar y podría leer un poco del libro que traía consigo, “El arte y la magia” un libro magnífico y muy interesante sobre la combinación entre las artes y la magia que encierran. Se puso sus audífonos y escuchando música suave y tranquila, se dedicó a la lectura.
No tenía ni idea del tiempo que había pasado, tan enfrascado estaba en la lectura cuando de pronto, comenzó a titiritar. Comenzó como una pequeña sacudida en sus manos y luego en sus piernas, un poco después, todo su cuerpo estaba titiritando. No lo comprendía, no sentía frío y en realidad, no sentía nada. Titiritaba terriblemente y el libro cayó de sus manos. Alzó la mirada asustado, nadie parecía verlo tampoco, ni notar su existencia. Quiso pedir ayuda, pero no salía ningún sonido de su boca. Se espantó mucho y al tratar de levantarse, notó que sus piernas no le obedecían y sin más, cayó al piso y convulsionándose. Solo podía ver desde el suelo, las ramas de los árboles y las nubes en el cielo. Así se desplomó en un profundo sueño.
CAPITULO IV
Allí estaba su mamá, tomándolo de la mano, llorando. Miró a su alrededor y todo estaba muy difuso. Un extraño olor a medicinas y ruidos raros. Cuando sintió la aguja en su brazo quiso moverse. Un doctor le estaba hablando, pero de momento no entendió nada de lo que le estaba diciendo. No recordaba nada y todo estaba muy confuso. Algo recordó de la banca en el zócalo y del miedo que había sentido. El doctor le preguntó de nuevo:
• ¿Como te sientes?
• ¿Que me pasó? ¿dónde estoy? Mamá…
• Parece que sufriste un ataque hijo, no sabemos que te pasó. Lo bueno es que estaba tu tío Pablo por ahí y luego, luego llamó a la ambulancia y me avisó a mí.
El seguía sin entender del todo, pero poco a poco las cosas iban amarrando.
• El muchacho debe descansar – dijo el doctor – Será mejor que lo dejemos dormir un rato y luego lo daremos de alta, ¿viene usted conmigo señora?
• No lo quiero dejar solo, doctor
• No se preocupe señora, regresamos enseguida
Salieron los dos y él los siguió con la mirada. Algo había pasado, pero él no comprendía que era. Se sentía raro y los brazos le hormigueaban. Trató de cerrar los ojos y dormir un rato.
Despertó ya tarde, lo presentía. No tanto por no haber un reloj, sino porque en la ventana del cuarto de hospital ya se veía el cielo rojizo del atardecer. Su madre estaba sentada en un silloncito al lado de su cama tejiendo y cuando vio que se despertó, una suave sonrisa iluminó su rostro.
• ¡Que bueno que ya despertaste hijo! El doctor dijo que mañana te da de alta y regresamos a casa
• ¿Que me pasó mamá?
• No lo sabemos hijo, la verdad es que me diste un buen susto.
• Pero me gustaría saber que me pasó
• Seguramente es porque solo te desayunas un café y no tomas ni un pedazo de pan o algo para acompañar. Seguramente es porque te malpasas y no comes bien. Eres una criatura terrible y lo sabes
• ¿Tú crees?
• Solo esperemos que no se repita
CAPITULO V
Pasarían algunas semanas antes de que sucediera de nuevo y esta vez, vendría acompañado de una sensación de vacío, como si estuviera volando. Estaba en su cuarto, eso lo sabía, pero sentía el viento en su rostro y la ligereza de su cuerpo levantándose. Esta vez no había titiriteo, pero la sensación de miedo fue la misma. Trató de levantarse con sus piernas y gritar y nuevamente no salía ningún sonido de su boca y las piernas le fallaron nuevamente.
Con mirada de terror, observó como todo a su alrededor giraba cada vez más rápido, su cama, su cuarto, la lamparita y con cada vez con mayor fuerza. Al mismo tiempo, quiso correr, levantarse, sostenerse de algo. No había nada cerca y aterrorizado sintió una profunda caída, como hacia un profundo abismo negro.
Cuando abrió los ojos, estaba en cualquier otra parte. No estaba más en su cuarto. Miró asombrado a su alrededor. Todo brillaba demasiado y al igual que la luz del sol al salir del departamento lo que le nubló la vista y tuvo que tallarse para poder distinguir algo.
¿Dónde estaba? No entendía nada. Una extraña imagen surgió del fondo. Parecía caminar lentamente, pero más bien estaba flotando. Una criatura rara, pero parecía amigable, le tendió la mano y lo ayudó a levantarse. El quiso hablarle, pero no salía ningún sonido de su boca. La criatura lo miró con suavidad y lo guió con la mano hacia una entrada.
Ya que igual no entendía nada, se dejó guiar y entró a una gran sala con un techo muy alto, en forma de cúpula. No había absolutamente ningún mueble. El piso de reluciente mármol blanco estaba rodeado de grandes paredones sin ningún adorno que pudiera entretener la vista. Todo era blanco, muy blanco.
Caminó hasta el centro de esta estancia y miró hacia arriba, hacia el tragaluz que iluminaba toda la sala y descubrió unas pequeñas imágenes, semejantes a la criatura que lo había guiado hasta allí, que estaban rodeando un árbol gigante o algo así, por las enormes y poderosas ramas entrecruzadas.
De pronto se sintió mal. Le dolió el estómago terriblemente y se dobló de dolor. Las rodillas le comenzaron a temblar y nuevamente cayó en un profundo sueño.
CAPITULO VI
Al abrir los ojos estaba de nuevo en su cuarto, en su cama. Seguramente había sido solamente una terrible pesadilla, el sudor lo bañaba completamente y la sensación de miedo no se le quitó. Tembloroso aún se levantó. Escuchó la radio de su madre en la cocina y sintió un poco de alivio. Era de día y el susto había pasado. No le contaría nada a su madre, sería lo mejor, para no espantarla.
• Buenos días madre –
• Buenos días ¿como dormiste?
• Ehh… bien, bien…
• ¿Vas a salir?
• Si mamá, como siempre, voy al zócalo un rato a leer ¿o.k.?
• Esta bien, yo haré las compras y regreso
Al salir del departamento a la calle, algo extraño resaltaba a la vista y el ambiente estaba raro. Lo del ambiente no lo notó enseguida, sino un poco después, al ir caminando. La gente se veía extraña, como si no lo vieran, como si él no estuviera allí. Ni siquiera se quitaban cuando iban a pasar, él era el que tenía que quitarse para no tropezarse con ellos.
Siguió por la avenida de costumbre y entonces los vio. Eran esos seres extraños de su sueño. Algunos de ellos lo veían y se sonreían, otros se iban corriendo. Había muchos y por todos lados, pero las personas no parecían notarlos y seguían caminando normal y platicando entre ellos. Las criaturas los rodeaban y se reían, pero la gente no se daba cuenta. Solo él podía verlos como lo notó enseguida.
Nuevamente el miedo se apoderó de él. – ¿Qué está sucediendo? Se preguntó. – No lo entiendo, era solo un sueño, estoy seguro! –
Pero hacia donde volteara, allí estaban las criaturas.
Fue entonces cuando descubrió algo terrible: Una de las criaturas tomó de la mano a una niña pequeña y la sacudió. La pequeñita cayó al suelo llorando, la madre se acercó a ella y en ese momento un auto que iba circulando a alta velocidad, perdió el control, atravesó la avenida y las atropelló. Una de las criaturas estaba dentro del auto justo encima del conductor y había movido el volante…
El pegó un grito de espanto por cuanto que había visto. La gente entonces se detuvo y lo miró. Cuando el alzó la mirada y se dio cuenta que lo estaban mirando, se sonrojó. Se dio cuenta entonces que solo iba soñando y que lo que había visto no era real, aparentemente. Le sonrió tímidamente a una señora que lo miraba con insistencia y siguió su camino. Las criaturas habían desparecido. Nada parecía haber sucedido y todo se veía tranquilo.
Siguió avanzando y al doblar la esquina a la altura de la avenida fue cuando vio a la niñita y a su madre. Vio como la pequeña parecía tropezarse con algo y caer, vio a la madre acercándose a ella, vio el auto y vio como éste las atropellaba y esta vez era totalmente real. Los gritos y el caos a su alrededor lo demostraban. Llegó casi de inmediato la patrulla y un poco después la ambulancia.
Temblando él se alejó lo más rápido posible. No podía creerlo. El había visto todo el accidente, dos veces. – ¡Dos veces! – se lo gritó internamente.
CAPITULO VII
Se volvió más huraño y silencioso. Su madre lo miraba con preocupación. Nada de lo que ella dijera parecía comprensible para él y ella lo miraba apesadumbrada. No podía hacer nada por él, porque él no le comunicaba nada, pero ella presentía que algo malo le pasaba.
Las criaturas seguían apareciendo con mayor frecuencia y haciendo de las suyas con los humanos y él podía verlas con anticipación y si pudiera él entender lo que sucedía, seguramente podría ayudar o hacer algo, pero ¿como explicarlo? ¿cómo podría el eventualmente detener una catástrofe provocada por estas extrañas criaturas que solo él podía ver? ¿cómo podía prevenir un desastre o un accidente, sin tener que dar explicaciones, cuando solo él podía vislumbrar con unos minutos de antelación lo que iba a suceder?
En los sueños, regresaba al gran salón y volvía la mirada a la cúpula con el árbol gigante. Seguía sin entender y los miedos aparecían por la mañana. ¿Ahora que sería lo que las criaturas harían? ¿A quien lastimarían esta vez? ¿Que podía hacer él? Se preguntaba una y otra vez.
Igual, ya era Viernes de nuevo y despertó sobresaltado y escuchó los cortos y apresurados pasos de la Dama de la Luna, como él la llamó. Se levantó apresurado para mirarla por la ventana y entonces al cruzar la calle, ella volvió la mirada y lo miró directamente a los ojos, aun cuando para ello tuvo que alzar la mirada. Sus ojos relampagueaban, llena de vida, la mirada se posó sobre él y aunque la primera reacción de él fue esconderse detrás de las cortinas, como siempre lo había hecho, esta vez no, le sostuvo la mirada firmemente y fue cuando ella le hizo señas para que bajara a la calle.
No lo pensó de nuevo y vistiéndose rápidamente con lo primero que encontró, bajó apresurado las escaleras. Al verla de cerca, se sorprendió al darse cuenta de su juventud. Se veía muy joven y fresca. Era muy hermosa y su cabello era definitivamente caoba. Un perfume embriagador lo envolvió enseguida, parecía ser de algún tipo de flor, pero no reconoció el aroma.
• Hola – dijo él
• Buenas noches – le contestó. Su voz era suave y melodiosa aunque un poco ronca.
• Hace frío ¿verdad? – dijo él, sabiendo que era solo por decir algo
Entonces aparecieron otra vez las criaturas y se acercaron a ellos. Pero aquí sucedió algo diferente, ella parecía también poder verlas. Se puso muy seria y al mirar a su alrededor y ver que se estaban acercando, tomó al muchacho por las manos y comenzó a girar con él, cada vez más rápido y más fuerte. El sostuvo las manos de ella con toda la fuerza que podía y sentía que ella también lo agarraba muy fuerte, siguieron girando cada vez más rápido y todo a su alrededor se fue difuminando hasta que ya sin aliento se detuvieron poco a poco.
CAPITULO VIII
Ya no estaban más en la calle frente a su edificio, ni tampoco era medianoche. Parecía que estaban en un hermoso campo y ya muy cerca del amanecer, por el delicioso trinar de los pájaros y la claridad hacia el horizonte. Dos cerritos coronaban el espacio y un poco más allá, un sendero de cabras rompía el ritmo verde del prado que parecía recién cortado, unas tenues nubecillas adornaban un cielo azul profundo y la verdad, parecía más de cuento que de realidad.
El perfume de la joven se esparcía por el campo y ahora él lo reconoció, era el aroma de violetas silvestres. Ella le sonrió con ternura y él le devolvió la sonrisa.
Quiso preguntarle un sin fin de cosas, es que todo lo que le estaba sucediendo era irreal, era fantástico y parecía tan natural y al mismo tiempo tan de cuento.
• Todavía no puedo explicarte nada, pero espera un poco más, ya te daremos una clara razón de todo lo que te está pasando –
• Es que estoy hasta espantado, no comprendo…
• Lo sé, lo sé.. tranquilo, en un momento más ya te diremos
• ¿Quienes, porqué? Ayúdame !
• Un poco más, espera a que termine de salir el sol.
Una explosión de luz se sucedió de repente. Quedó cegado por un momento pero trató de distinguir hacia donde la joven le señaló.
• Ya salió el sol completamente, ahora vendrá a explicarte
• ¿Vendrá? ¿Quien vendrá?
• El, tontito, él… Yo soy solo tu Dama de la Luna, él te explicará todo, pero mejor cierra los ojos, no sea que te deslumbre tanto que te quedes ciego.
Ya no sabiendo que más podía hacer, cerró los ojos fuertemente y entonces lo escuchó. Era una voz de trueno, dura, profunda, inquietante. Pero siguió el consejo de su amiga y no abrió los ojos.
• Tú eres solo tú y así deberás contestar
• pero ¿donde estoy? ¿que es lo que está pasando? ¿eres real o es solo mi fantasía?
• Todo es real hasta donde tú quieres que lo sea
• No entiendo
• Tú eres solo tú y las criaturas te han perseguido porque saben que las puedes detener, que puedes cambiar la situación pero que no lo has hecho por miedo. Ellas no quieren lastimar a nadie, pero son manejadas por el destino que es el que decide lo que sucederá en todo momento a cada ser en la tierra.
• ¿Yo puedo cambiar eso?
• No precisamente, pero si puedes verlo con anticipación y eventualmente puedes cambiarlo por otra situación. ¿Recuerdas el accidente de la niña y de su madre? Pudiste tal vez empujar ya sea a la madre o a la niña y evitar que ambas sucumbieran en el accidente. No puedes cambiar su destino, pero si puedes modificar su situación y con eso puedes dar un giro más de vida.
• ¿Yo puedo hacer eso?
• Si, por ahora eso es lo que puedes hacer. Puedes cambiar la situación de las cosas y con ello puedes dar un tiempo más. Pero también puedes terminar con alguna situación y quitar el tiempo que tenían. Pero eso ya no depende de ti.
• ¿De quien depende eso?
• Del destino. Recuerda que solo debes contestar: Soy solo yo… para que puedas abrir la puerta y traspasar el límite de lo irreal hacia lo real.
A través de sus ojos cerrados, notó que el resplandor había desaparecido completamente y se animó a abrir los ojos. Ya no estaba él, pero tampoco su amiga y quedó solo en el campo. Comenzaba a anochecer.
CAPITULO IX
La soledad del lugar lo puso bastante nervioso. No se oía ningún ruido ni susurro del viento, nada. Se levantó enseguida y comenzó a caminar hacia el sendero de cabras entre los dos cerritos. Estaba convencido que desde esa altura, seguramente encontraría algún camino de regreso y una vez llegando hasta arriba, se topó de pronto con un pasillo, allí, en medio de la nada y era idéntico al de su edificio. Entró al mismo y a su derecha vio una puerta blanca, idéntica a la de su departamento pero con el número 7, el vivía entonces en el número 6. Tocó frenéticamente y cuando abrieron la puerta, salió la Señora Clara, su vecina de enfrente, amodorrada, con sus eternos rulos cubiertos con esa espantosa mascada descolorida y bastante enojada por haberla levantado.
• ¿Quién es? ah, eres tu Ruy ¿que quieres a estas horas?
• ¿S..señora Clara? Perdón, pero..
• ¿No ves que horas son? ¿Que es lo que se te ofrece?
• No, este, nada, perdón.. mil disculpas.
• Muchacho loco.
Y le azotó la puerta en las narices.
Confundido se giró sobre si mismo y pudo descubrir su puerta. La abrió enseguida y miró a su madre sentada en el silloncito de la decrépita sala.
• Ruy .. ¡que bueno que ya llegaste! Estaba muy preocupada por ti. Siempre llegas temprano y hoy …
• Perdón mamá, se me fue el tiempo con la lectura, discúlpame
• ¿Qué es lo que te pasa hijo? Estoy muy preocupada por ti ..últimamente actúas muy extraño
• Nada mamá, estoy cansado, quiero acostarme a dormir
• Está bien hijo, descansa, mañana platicamos. Buenas noches
• Buenas noches
Se tiró en la cama y sin siquiera quitarse la camisa, de inmediato se quedó dormido. Despertó sobresaltado. Si, allí se escuchaban los tacones que tanto ya conocía. Bajó a toda prisa y alcanzó a la Dama de la Luna. Ella lo miró sonriendo.
• Hola – dijo ella, ¿adónde te fuiste con tanta prisa? Saliste corriendo.
• No… no, tú y yo..
• ¿Perdón?..
• Si, tú me tomaste de las manos así – y la tomó de las dos manos y comenzó a girar, pero ella se soltó riendo.
• Ja, ja.. no, oye, espera.. hace mucho tiempo que no juego a eso… ¿Como te llamas?
• Tu ya lo sabes, me llamo Ruy
• No, no sabía, pero mucho gusto Ruy. ¿Quieres acompañarme a mi casa? No vivo lejos de aquí
• Está bien, vamos
Caminaron en silencio un par de calles. Ella entró en una pobre y pestilente vecindad de muchas habitaciones. Entró a un cuartucho oscuro y solo cerrado con una maltrecha puerta apolillada. Adentro estaba limpio y olía a violetas silvestres. Los pocos muebles estaban dispersos sin ningún orden de uso o servicio, pero tampoco estorbaban y una cortinita de florecillas adornaba la única ventana hacia la calle.
• Me voy a poner cómoda y a quitarme estas zapatillas, tu recuéstate si quieres-
• Estee.. yo.. bueno, nunca…
• Así parece, no te preocupes, yo me encargo. ¿Traes dinero?
El la miró sorprendido. Se buscó en los bolsillos del pantalón y encontró un billete y se lo extendió.
• Huy contigo.. con esto solo alcanza para que te acaricie una pierna, pero bueno, me caes bien. Quédate y relájate.
Ella se aseó rápido y cuando se acercó él pudo verla desnuda. No era tan joven como parecía y los pechos caían suaves y holgados, después de estar atrapados en el sostén mágico que los mantenía erectos y tensos. En su rostro ya se notaban algunas arrugas y en su cuello, normalmente cubierto con una mascada, se veía la edad en la papada. No, no era tan joven como él la había visto la primera vez y sus ojos estaban más hundidos y más cansados.
Terminaron más rápido de lo que él hubiera querido, pero estuvo bien. Se sintió suavemente relajado y no había criaturas por ningún lado. El aroma a violetas los embriagaba y mansamente se quedó dormido en sus brazos.
Ya amanecía cuando despertó. Se levantó y la vio a su lado profundamente dormida, la larga melena rojiza cubría su pecho y en buena parte de su vientre. Caminó un poco por el cuartucho y observó un lienzo que estaba cubierto por un trozo de tela amarillenta. Unas pinturas de óleo regadas en una mesita y un mezclador bastante sucio. Quitó el lienzo que cubría el cuadro y pegó un grito. Ella se despertó sobresaltada.
• ¿Qué pasó? ¿Por qué gritaste?
• ¡Esta pintura!
• Si, me gusta pintar de cuando en cuando
• ¡Es que esta pintura es del campo al que me llevaste!
• Ahh.. que muchacho.. ¿como puede ser eso? Esta pintura la estoy copiando de un libro, mira…
CAPITULO X
El no se esperó a ver la imagen en el libro, salió despavorido y siguió corriendo, pero al doblar la esquina se tropezó con un joven de traje y corbata que iba en sentido contrario. Ambos rodaron por el suelo.
• Oye.. ¡Fíjate! Muchacho tarugo…
• Perdón señor, discúlpeme.. no lo vi.. discúlpeme
• Está bien, esta bien.. oye.. tranquilo
Se levantó el joven y se sacudió el polvo, levantó su portafolio y miró al muchacho.
• Estás bastante pálido, niño.
• Nuevamente discúlpeme joven
• No te preocupes, mira, voy a tomar un café ¿quieres uno? Te invito
• Ah, pues muchas gracias…
Entraron en el café de la esquina y el pidió un café americano y un pastel. Lo mismo pidió Ruy y lo miró agradecido. El comenzó a platicarle que iba a la Universidad, que estaba por terminar su carrera de Abogado y sonreía mucho. Fue entonces cuando aparecieron nuevamente las criaturas. Ruy las observó y estaban por todos lados. Una de ellas tomó el portafolios del joven y se lo llevó. Ruy se levantó para impedirlo.
• ¡Hey! Deténganse – gritó
• ¿a quien le hablas muchacho?
• Es que su portafolios…
• Acá está – dijo y tomándolo del piso en donde lo había dejado, se lo mostró sonriendo
• ¿Que es lo que te pasa?
• Nada, nada.. perdón, ¿decía usted?
• Pues sí, llevo muy buenas calificaciones y mis profesores…
Siguió platicando un rato más hasta terminar con su café y su pastel y cuando quiso realizar el pago, notó que ya no estaba su portafolios. ¡Se lo habían robado! Alzó la mirada sorprendido y con un grito se levantó.
• ¡Quién se robó mi portafolios! No había nadie más en el café, más que el hombre de barbas en esa mesa. Seguro que fue él… voy a ver si lo alcanzo!
Y salió corriendo, lanzándole a Ruy unas monedas para pagar.
• ¿Que fue lo que pasó? Preguntó la mesera
• Es que le robaron su portafolios
• ¡Que terrible!
Ruy salió cabizbajo del café y meditando. El había visto a las criaturas robarse el portafolios primero. Pero luego fue real. Alguien se lo había robado y el lo había previsto. ¿Era así? No sabía.
Luego de un rato caminando y pensando, escuchó que lo llamaban:
• Ruy, Ruy… ven
• ¿Quien me habla?
• Ven .. acá.. acá estoy
El solo vio a la anciana sucia y andrajosa que levantaba la basura. Ya la había visto en otras oportunidades. Ella levantaba el cartón y las latas de la basura para revenderlas y con eso hacerse de unos centavos.
Le estaba haciendo señas de que se acercara y cuando lo tuvo cerca, lo tomó fuertemente del brazo.
• Ven conmigo
• No, no quiero, ¿adonde me lleva?
• A mi casa Ruy, te llevo al infierno… jaaaa…jaaaa…
• No, oiga, suélteme..
Pero no lo soltó, era muy fuerte y lo tenía firmemente agarrado. Lo arrastró literalmente hasta un boquete con unas escaleras y lo aventó. Antes de que él pudiera recuperarse de la caída, lo levantó con fuerza y lo metió a una cueva asquerosa. Olía a rata muerta y todo estaba pegajoso. Trató de defenderse, pero no podía con la fuerza de la vieja y ella, después de atizarle un par de golpes lo ató a una cama de hierro.
Había cientos de criaturas por todos lados. Todos le hablaban a la vieja y ella se reía a carcajadas. De repente, las criaturas se abalanzaron sobre él y lo arañaron y lo mordieron por todas partes. El gritaba desesperado, sin poder defenderse ni desatarse de las fuertes ataduras a la cama. De pronto, pudo zafar una mano y con esto agarró a una de las criaturas y la lanzó contra la pared. Con el forcejeo, logró zafar su otra mano y una de sus piernas y entre gritos y patadas, logró quitarse de encima todas las criaturas.
La anciana solo lo miraba y reía como loca sin moverse de su silla. Logró desamarrarse completamente y pudo salir corriendo de allí. Estaba todo sangrante y herido. Sus ropas hechas jirones, destrozadas.
Como pudo, arrastrándose más que caminando, logró llegar hasta su departamento. Abrió y por suerte, no estaba su madre allí. Una vez dentro se dio un baño caliente y se curó los arañazos y los golpes. Se visitó y se acostó para tratar de tranquilizarse y dormir un rato.
CAPITULO XI
Durmió mucho y cuando despertó, sintió el suave aliento de su madre junto a él. Ella lo miraba sorprendida y espantada.
• ¿Que te pasó Ruy? Estas muy lastimado ¿que te hicieron?
• Mamá… – susurró y la abrazó llorando
• Mi pequeño, ¿que te pasó?
El le relató todo, tal cual, con todos los detalles. La madre solo lo escuchaba y lo miraba sorprendida. No sabía ni entendía que era lo que le pasaba a su hijo, pero lo abrazó con todo su cariño y él, cansado de tanto lo que había vivido, se durmió nuevamente en sus brazos.
Cuando despertó un rato después, estaba su madre en la salita platicando con un hombre de cabellos blancos. Pero.. esa voz.. esa voz él ya la había oído. Era como un trueno, profunda, dura. Comenzó a temblar…
• Tranquilo Ruy, soy el Doctor Méndez
• Mira, hijo, le platiqué al Doctor lo que tú me contaste y ya lo conoces, es un buen amigo y nos va a ayudar
• No, no.. mamá.. es él… el del campo… el sol
• ¿El sol?…
• Me han llamado de muchas formas, pero nunca así – y le sonrió amablemente
Esta vez, la luz no lo deslumbraba y la sonrisa del doctor en su rostro era muy amigable. Ruy se tranquilizó de inmediato y permitió que el Doctor lo tomara de la mano.
• Quiero que me acompañen los dos a mi clínica, seguro que allí sabremos qué hacer, ¿vamos Ruy?
Se fueron en el auto del Doctor a una clínica a las afueras de la ciudad. Era un lugar hermoso, cubierto con muchos árboles y particularmente uno enorme justo al centro de un gran patio techado en forma de cúpula y al centro de la misma, un bello tragaluz iluminaba todo. No había criaturas y eso mantuvo a Ruy calmado, pero le comentó a su madre que el ya conocía este lugar. La madre solo lo pudo mirar perpleja.
• Bueno Ruy, te hemos hecho algunos estudios y creemos saber que es lo que te pasa – dijo el Doctor después de algunos días de permanencia en la clínica.
• ¿Que tiene mi hijo Doctor? Quiero saberlo sin rodeos.
• No se preocupe señora, lo que tiene su hijo se puede controlar. Tal vez no podamos curarlo del todo, porque la mente ha sido y será siempre un gran misterio, pero algunas partes las comprendemos y podemos hacer algo al respecto, con algunos medicamentos.
• ¿Que fue lo que me pasó? ¿Estoy loco? – preguntó Ruy
• No hijo, solamente un poco desequilibrado, si podemos decirlo así. – Y rió un poco. – Mira, hace unos meses atrás sufriste un colapso causado por un ataque de epilepsia. Esto es más común de lo que parece. Algunas personas simplemente tienen este tipo de ataques de repente. Pero en tu caso en particular, parece ser que el ataque además modificó un poco la química de tu cerebro. Esto si es más raro que suceda, pero a veces sucede.
• ¿La química?
• Si, el cerebro se basa, además de unas ligeras cargas eléctricas, en una sutil y muy equilibrada combinación de elementos químicos. No quiero darte una larga cátedra sobre este tema tan complicado, pero puedo decirte que algunos de los químicos de tu cerebro, ya no están funcionando como deben y eso es lo que te produce las alucinaciones.
• ¿Alucinaciones?
• Si, las criaturas que tu veías eran solo alucinaciones
• ¿Y los arañazos y los golpes? ¿También fueron alucinaciones?
• No, estos te los auto inflingiste por la desesperación
• En otras palabras, era solo yo ¿verdad? Solo era yo el que estaba viendo todo, el que se perdió en el campo, el que se tropezó con el joven al que le robaron el portafolio, el que …
• Si Ruy, eras solo tú.
La voz se hizo más clara en su mente…
• Tú eres solo tú y así debes contestar, para que puedas traspasar el tiempo y abrir la puerta
Miró al médico con sorpresa y al mismo tiempo, una gran alegría lo invadió
• Soy solo yo – Dijo en voz alta
y así logró deshacerse de las criaturas, para siempre.
FIN