DON NINO

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DON NINO

Pedro se despertó sobresaltado. Buscó enseguida y esperaba escuchar al jilguero latoso que venía todas las mañanas a despertarlo y se posaba en la rama del frondoso árbol que cubría casi completamente el cuarto donde dormían, que además de la sombra y la frescura que regalaba en estos días de intenso calor, también tenía un sin fin de nidos de pajarillos cantores que todas las mañanas, al amanecer, inundaban con sus cantos y alegría toda la comarca.

Pero esta vez no había sido el pajarito, era demasiado temprano. Según sus cálculos todavía era de noche y faltaba bastante para amanecer, pero algo lo había despertado. Escuchó con más atención y en el otro lado del cuarto, detrás de la cortinilla que separaba a los muchachos de las muchachas, escuchó unos suaves quejidos. Todos dormían en el mismo cuarto, eran 12 hermanos entre 19 y 2 años, 5 hombres y 7 mujeres. Pedro siempre pensó que era injusto que tuvieran que vivir así, pero tampoco podía hacer mucho al respecto y agradecía que su padre lo mandara a la escuela, era el único que estudiaba porque su padre siempre lo consideró demasiado debilucho para trabajar en el campo y a él le encantaba estudiar, ya estaba por terminar segundo de secundaria y el próximo año se iría a la ciudad a seguir con la preparatoria, su tía Macaria le prometió ayudarlo al verlo tan entusiasmado y tan buen estudiante, con tan buenas calificaciones. El estaba entusiasmado con poder salir de este batallón y de todas sus tribulaciones y penas.

Nuevamente el quejido interrumpió sus pensamientos, decidió ir a ver que sucedía y descorriendo la cortinilla, vio a sus hermanas durmiendo en la gran cama, pero al contarlas notó que faltaba una.

< Emma, ¿donde estás? > preguntó en susurros Pedro, para no despertar a las demás muchachas
< Acá > contestó igual en un susurro

Pedro se asomó del otro lado de la cama y vio a su hermana en el suelo, encogida y con cara de dolor.

< ¿qué te duele? >

Emma solo le miró y con un rictus de dolor se señaló el vientre

< Oye, ya te orinaste, mira el charcote que hiciste >

< No > contestó y se volvió a encoger de dolor

< ¿te duele mucho? Ella asintió y lo miró con gran tristeza < voy a decirle a mamá que te duele la panza > contestó y salió corriendo del cuarto antes que Emma pudiera detenerlo.

Pedro se acercó con cuidado al cuarto donde dormían sus padres. Sabía que estaba prohibido molestarlos en la noche, pero consideró que era importante y Emma era su hermana preferida, así que armándose de valor tocó suavemente la puerta.

Enseguida se escucharon susurros y la potente voz del padre.

< ¿Qué quieres?, ya sabes que no deben molestar, lárgate >
< Pero papá, es que a Emma… >
< ¿Qué le pasa a Emma? > preguntó la mamá
< Que se largue de una vez, yo necesito dormir y todavía falta mucho para que amanezca, que se espere hasta mañana > gruñó el padre
< A Emma le duele mucho la panza y se está quejando > dijo Pedro titubeando
< Tráela para acá > dijo la mamá
< No, carajos, que se duerma como pueda > gritó el padre encolerizado

Se escucharon unos susurros y se abrió por fin la puerta y allí estaba la mamá mirando a Pedro escrutándolo.

< Lleva a Emma a la cocina, allá los alcanzo >
< Si mamá, perdón por molestarlos >
< Ya hijo, ve por ella >

Pedro se lanzó a la carrera y tomando a Emma con mucho cuidado la ayudó a levantarse y la llevó a la cocina. Por lo que pudo notar, a Emma le dolía demasiado y eso no era nada normal.

La mamá ya los estaba esperando y al ver a Emma, lanzó un grito y Clara, la hermana mayor que también ya se había levantado, ayudó a sostener a Emma. Dos de los otros hermanos también ya se habían levantado y miraban curiosos la escena.

< Pablo, corre por doña Elvira, la comadrona, pero corre ahora > le ordenó la mamá
< ¿la comadrona? pero… >
< que corras ahora > gritó con gran energía

Pedro abrió mucho los ojos, ¿Emma?, es cierto que siempre fue gordita, pero ¿embarazada? Imposible, pensó, pero si solo tiene 11 años, ¿o 12? no recordaba con exactitud. En eso, Emma lanzó un alarido espantoso, asustando a todos.

< Ya hijita, ya > trató de consolarla la mamá < pero ¿quien te hizo esto? ¿porqué no nos dijiste nada? < Pero es que no se le notó, como siempre anda con sus batitas > puntualizó Clara
< Pero debimos haberlo notado, lo que sea, pobrecita niña y ¿ahora?, ya hijita ya, tranquilízate, ya viene doña Elvira >

Emma miraba aterrada a su madre y luego miró a Pedro, quien desde la puerta las miraba petrificado.

< ¿fuiste acaso tú Pedro? > preguntó la madre
< No mamá, yo no… >

En ese momento entró el padre y mirando a todos furioso, tronó

< ¿qué es todo este escándalo? no me dejan dormir >
< Emma va a tener un bebé y creemos que es de Pedro > Sentenció Clara sin ninguna precaución
< No hija no, no sabemos nada > trató de conciliar la madre, pero fue demasiado tarde, el padre miró a Emma y luego a Pedro y sin más, agarrando a Pedro por el cuello, lo arrastró fuera de la casa.

Entre tanto, Emma estaba en un grito, retorciéndose de dolor. Llegó la comadrona y comenzó a organizar enseguida todo para el nacimiento. Agua caliente, paños limpios, más espacio para la parturienta y cuando finalmente revisó a Emma, pidió que avisaran a su hija Evangelina, porque iba a necesitar mucha ayuda. Mandaron de nuevo a Pablo a buscar a la joven enfermera, quien vivía bastante lejos, fuera del pueblo.

El padre estaba frustradísimo. Con dos golpes dejó a Pedro tirado en el suelo sangrando de la boca.

< Te creí más inteligente, ¿cómo pudiste? pero si solo es una niña > le gritó encolerizado
< Yo no la toqué papá > gritó Pedro de regreso

Pero el padre ya no lo escuchaba, siguió golpeándolo y pateándolo hasta el cansancio y el pobre muchacho poco o nada podía hacer para defenderse de la furia de su padre.

El muchacho perdió el sentido después de tantos golpes y no supo más de sí. Cuando despertó un momento, trató de ubicarse y notó que había mucho ruido y carreras en la parte correspondiente a la cocina, las hermanas entraban y salían a toda prisa llevando y trayendo trastos y demás enseres, se escuchaban los gritos de Emma y Pedro volvió a perder el sentido.

Cuando despertó poco rato después, vio a su padre sentado en una silla desvencijada, fumando su pipa y meciéndose en péndulo, de adelante hacia atrás, como solía hacerlo cuando estaba muy preocupado. Ya no se escuchaban gritos ni ruido, en eso salió Clara de la cocina y llorando anunció

< Emma, nuestra Emmita, murió >
< ¿qué? ¿Emma? > gritó el padre levantándose de golpe, palideciendo profundamente
< ¿y el bebé? > preguntó Pablo
< Lamentablemente también, que gran tristeza > dijo llorando

En eso salió la madre, palidísima y recargándose en Pablo, asintió.

< Si, nuestra Emmita se nos fue, la vagina era demasiado angosta para sacar al bebé y cuando tratamos de sacarlo con cuchillo, ya había muerto también >

El padre se levantó lentamente de su silla y se encaminó hacia el campo.

< Pedro, ¿estás bien? > preguntó la madre de pronto, al ver a su hijo bañado en sangre
< Si, más o menos, me pegó muy fuerte mi papá >
< Pues no es para menos > sentenció
< Madre, yo no toqué a Emma, lo juro >
< Mira hijo, yo no sé, no puedo ayudarte, debes marcharte en este momento antes de que regrese tu padre del campo, si te quedas te va a moler a palos >
< Madre, por favor, ayúdame, yo no le hice eso a Emma, no puedes creerlo > protestó Pedro
< Hijo, no lo sé, vete ahora y si no fuiste tu, bueno, ya se verá después, ahora vete y no regreses > dijo la madre ahogándose en llanto
< Pero, ¿adónde me voy? Madre, por favor, no es justo, yo no toqué a Emma, no lo haría jamás, era mi hermana favorita y la quería mucho, madre >

La madre ya no pudo más y casi desvanecida se retiró a su cuarto encerrándose de inmediato.

Los hermanos se miraban entre ellos horrorizados.

< Pedro, creo que mejor te ayudamos a juntar tus cosas > apuró Clara
< Clara, ¿tú me crees? > y Clara no contestó

En un poco rato más sus pertenencias estaban en un costalito, su ropa, sus zapatos de Domingo y dos o tres de sus libretas junto con sus libros de la escuela. Agustín, su hermano mayor, le dio un poco de dinero y con gran recriminación en su mirada le sentenció

< Nunca regreses hermano, nunca, porque no te perdonaremos lo que le hiciste a Emma >

Pedro mejor ya no contestó y tomando sus cosas se encaminó a la salida. Pensó un momento en despedirse de su madre, pero prefirió no acercarse a ella, lentamente y sin entender todavía del todo su situación, se marchó sin rumbo fijo.

Ya llevaba unas horas andando bajo el terrible sol, el dolor en las costillas se hacía insoportable a cada paso y mareado por la falta de alimento y de agua, tambaleándose trató de continuar un poco más, antes de desvanecerse por el cansancio y el dolor.

Cuando despertó, notó que estaba en la casa de Evangelina, la hija de doña Elvira, la comadrona quien lo saludó amablemente

< Pedro, ¿como sigues? oye, estás muy lastimado, déjame que te cure >
< No, mira, no quiero molestar, lo que pasa es que me echaron de la casa y ahora no sé adónde ir, sin querer me vine para acá, pero en verdad, fue sin querer >
< Si, entiendo, pero no te preocupes, acá puedes quedarte un tiempo, nadie viene nunca y mi marido se fue al norte y estoy sola con mis hijos, quédate unos días por lo menos, hasta que te cures >
< Muchas gracias, pero en verdad no quiero molestar >
< No es ninguna molestia Pedro, tu familia y la mía son amigos desde hace mucho tiempo >
< Pero yo … >
< Nada, nada, tranquilo, quédate con confianza >

Pedro se dejó curar sus heridas, algunas no demasiado serias, pero un par de costillas rotas y un fuerte golpe en la cabeza con una abertura de más de un centímetro, eran de consideración. Evangelina lo curó diligentemente, como había estudiado enfermería en la ciudad, su madre y ella se encargaban de los enfermos en el pueblo, ayudando en los partos y salvo que la herida fuera demasiado grave, ellas se encargaban de las curaciones leves.

El muchacho no tardó en quedarse dormido en la suave y blanca camita que Evangelina le había preparado y durmió como un lirón por varias horas. Cuando finalmente despertó, Evangelina le tenía lista una rica sopa y un vaso de leche, que el muchacho engulló a toda velocidad.

La miró agradecido < Gracias, en verdad, muchas gracias, te estás arriesgando por mí y casi no nos conocemos >

< Bueno, yo te conozco desde que eras una criaturita > contestó riendo
< Pero yo… >
< Está bien, está bien, tranquilo >
< ¿Tú me crees? Es que yo no toqué a Emma, lo juro … > y se soltó a llorar inconsolable

Evangelina lo dejó llorar un rato y luego le dijo

< Sé con seguridad que no fuiste tú, Emma, antes de morir, nos pudo decir quien era el padre de la criatura >
< ¿En verdad?, que alivio, pero mi madre… >
< Es que a tu mamá le dio mucho miedo decir la verdad, es peor de lo que te imaginas >
< ¿miedo? pero, bueno y Clara, ¿porqué no dijo nada Clara? no entiendo, no, yo necesito saber quien fue, me han inculpado injustamente, he perdido mi hogar y mis hermanos, tu debes decirme quien fue…>
< Te lo diré a su debido tiempo Pedro, pero antes debes entender, ahora ya eres un hombre y te debes valer por ti mismo, yo te ayudaré en lo que pueda, pero no puedes regresar a tu casa >
< ¿porqué no? si yo no tengo la culpa, seguro si se sabe la verdad… < No Pedro, no entiendes, yo… >

Pedro la miró con furia, trató de levantarse pero no pudo, los yesos y vendajes aunado al terrible dolor en las costillas lo detuvieron.

< Tranquilízate por favor, te lo ruego, yo te explico todo, pero cálmate >
< Está bien, está bien, ya dime, ¿quién fue, quién lastimó a Emmita? después decidiré que hacer, pero necesito saberlo >
< Entiendo, en verdad. Bueno, Emma sufrió mucho, el parto se complicó y la criatura era demasiado grande >
< Todo eso ya lo sé, ya dime >
< Cuando vimos que no podría nacer la criatura, decidimos abrir el vientre con una cesárea, pero Emma ya estaba demasiado débil y mi mamá auguró lo peor, así que se acercó a Emma y le explicó que no sabía si podría salvarla a ella o al bebé, que tenían que saber quien era el padre y Emma nos confesó todo, que el padre de la criatura era … >
< Ya dime, por favor, me tienes desesperado>
< Por favor Pedro, es difícil para mi, no entiendes… Emma, apenas y nos pudo contar, todo sucedió una tarde que tu madre la mandó a la tienda por un encargo, él la estaba esperando, ya tenía varias semanas acosándola y ella por miedo no le dijo nada a nadie, porque se trata de alguien muy estimado en la familia…>
< ¿muy estimado? pero… < Permíteme que te siga contando, cuando la atacó finalmente, ella se moría de terror y por varios días no pudo ni comer y más aún cuando vio que su vientre comenzó a hincharse, pero nunca tuvo el valor de confesar su pena con nadie, ni contigo a quien más quería, tenía miedo, muchísimo miedo >
< Pero ¿quien puede ser tan monstruoso? y mi hermanita con tanto miedo, ¿me vas a decir por fin quien fue? < Mi padre, Don Gregorio, ¿entiendes ahora por qué es tan difícil para mi? < ¿Don Gregorio? > preguntó Pedro muy sorprendido < pero si es un anciano, no puedo creerlo y además es el mejor amigo de mi padre, su confidente, su cuate, no, no puedo creerlo…>
< Pues créelo, eso fue lo que nos contó Emma antes de morir y estoy segura que no nos mintió y ya te imaginarás, cuando escuchó esto tu madre el pavor que sintió no tuvo límites. Si supiera tu padre que fue don Gregorio, seguro mata a alguien antes que ofender a su amigo, seguro la mata a ella primero y es muy capaz por su espantoso carácter, tu lo conoces y nunca aceptaría la verdad, aunque lo hubiera escuchado de la misma Emma, en Paz descanse >

Ahora era Evangelina la que estaba llorando.

< Pedro, perdóname, de verdad >
< ¿Perdonarte a tí? pero ¿porqué? Tú no tienes la culpa de que tu padre sea un degenerado >
< Es que aunque no pueda aceptar que mi padre haya hecho esta barbaridad, sigue siendo mi padre y … Pedro, entiendo que estés furioso en su contra, pero, ¿qué puedes hacer? eres demasiado joven aún, nadie te va a creer lo que digas y aunque yo quisiera apoyarte, tampoco podría, sigue siendo mi padre ¿entiendes? < Es un desgraciado y ya me lo sospechaba, que estúpido soy, ya había visto su mirada lasciva cuando veía a mi hermanita, ¿porqué no me di cuenta antes? Ambos se quedaron callados, pensando. < Pedro, por favor vete del pueblo lo antes posible. Ya te estás recuperando muy bien y tengo unos tíos en la ciudad. Les voy a hablar de ti y estoy segura que te recibirán con alegría. Una vez allá puedes encontrar un trabajo o algo y seguir estudiando, ¿como ves? < ¿Me pides que me vaya después de conocer esto? ¿cómo quieres que me vaya? Es imposible, debo denunciar a tu padre, debo decir la verdad ante todos, no puedo creer que me pidas que me vaya. < Entiéndeme, eres demasiado joven, nadie va a creerte, tu padre te va a matar a golpes antes de que digas nada y mi padre… bueno, él tiene muchas influencias en el pueblo, ya sabes, es persona importante ante las autoridades ¿crees que te harían un poco de caso? primero te encierran y luego te desaparecen, no lograrías nada Pedro, nada… por favor, razona y entiende>
< Tengo asco > gritó enfurecido < asco de todo y de todos, no puedo creerlo, es espantoso >

Pedro trató de incorporarse, era en verdad tanto el asco que sentía que apenas y tiempo le dio de tomar una cubeta que estaba por allí cerca y vomitó todo lo que había comido, No pudo evitarlo y las lágrimas junto con la desesperación se apoderaron de él. Evangelina tenía razón, era muy difícil la situación y se tornaba por momentos peor.

Evangelina se retiró del cuarto muy triste y avergonzada por su padre. Pedro tenía que razonar y prefirió dejarlo solo para que pudiera pensar con más calma, ya regresaría al rato cuando las aguas se hubieran calmado.

Pedro aprovechó bien la ausencia de Evangelina y pudo dedicar un buen tiempo a meditar cuidadosamente su situación. Recién había cumplido 14 años, efectivamente era demasiado joven para que alguien lo tomara en serio. El riesgo de que lo asesinara su padre a golpes por haber embarazado a Emma era muy grande, pues es lo que se acostumbraba en estos casos de violación y cuando la madre moría sobre todo si la pareja no estaba casada y peor aún si se trataba de hermanos. El tratar de denunciar a Don Gregorio era poco menos que imposible, ya que era un personaje muy importante en el pueblo y la gente le tenía en muy alta estima. Además de que tenía mucho dinero y eso lo favorecía enormemente. Siempre le había caído muy mal ese tipo asqueroso, pero su padre lo estimaba mucho y cada semana solían ir juntos a beber al único bar del pueblo a emborracharse hasta caer.

En fin, Evangelina tenía razón, lo mejor era irse lo más pronto posible, antes que alguien se enterara que él estaba allí y con eso arriesgar a Evangelina, que se había portado muy bien con él. Lo pensó cuidadosamente, sí, se iría, pero no a la ciudad, se iría al monte, lo más lejos posible adónde pudiera meditar y encontrar una forma de vengar la muerte de su hermanita. Sí, eso era lo mejor para él y así lo haría.

Efectivamente nadie se acercó a la casa durante las dos semanas que tardó su recuperación y cuando Evangelina regresó del pueblo puedo contarle algunas novedades.

< Tu padre te está buscando, Pedro, dice que te va a matar cuando te encuentre >
< ¿En serio? >
< Si, y tu madre no para de llorar la muerte de Emma, bueno, eso dice, aunque yo sé que en el fondo también es por tu ausencia y su cobardía >
< Si, me lo puedo imaginar > Contestó Pedro con amargura
< ¿Ya pensaste lo que vas a hacer? Ya les hablé a mis tíos y te esperan… < Gracias Evangelina, pero no voy a la ciudad, mañana me marcho y me voy al monte ya lo he decidido >
< ¿Al monte? ¿estás loco? Nunca sobrevivirías, te matarían los animales silvestres, ¿que vas a comer? < Vi que tu esposo tiene una escopeta y varios cartuchos utilizables >
< Si, pero … >
< Yo sé ir de cacería, mis hermanos y yo de cuando en cuando subimos al monte a cazar conejos, no te preocupes, yo sé vivir en el bosque > contestó con más alegría que convencimiento < además en esta temporada no hace tanto frío y se puede dormir muy bien a la intemperie, tu tranquila, yo sabré que hacer, además tendré que irme por otro lado, para que no me encuentre mi padre, porque seguramente también me va a buscar al monte, tu dame la escopeta y listo, yo me marcho mañana mismo >
< ¿estás seguro? >
< Si, ya lo pensé muy bien >
< Entonces, no hay nada más que decir > y salió de la habitación, regresando al poco rato con la escopeta y los cartuchos

Entre tanto, Pedro ya estaba juntando sus cosas cuando se escucharon unos ruidos afuera. Era el padre de Pedro con algunos amigos.

< Sra. Evangelina, señora, ¿está usted ahí? >
< Si don Agustín, acá estoy, preparando el almuerzo para mis hijos > dijo con voz muy fuerte para que Pedro la escuchara
< Estamos buscando a Pedro > contestó
< Pues no lo he visto > dijo ella saliendo y limpiándose las manos con su mandil, como si hubiera estado en la cocina, los niños jugaban afuera en el otro patio

Los amigos se pusieron a buscar en todos los rincones, pero no se metieron en la casa.

Uno de los amigos se acercó al niño mayor y le preguntó algo. Evangelina palideció un poco, pero don Agustín no lo notó.

< Bueno, el niño tampoco ha visto a Pedro > comentó el amigo regresando al grupo
< Iremos monte arriba, tal vez se haya ido para allá, aunque lo dudo, siempre fue un cobarde y nunca le gustó salir a cazar, era demasiado debilucho, pero no quiero perder ninguna oportunidad de encontrarlo >
< Está bien don Agustín >
< Si lo ve dígale que lo estoy buscando, pero mejor dígale que quiero perdonarlo y que regrese, porque si no huiría otra vez, usted me entiende ¿verdad?>
< Sin don Agustín, no se preocupe, así lo haré > contestó con una leve sonrisa

Evangelina entró tambaleante a la casa. Casi lo echa todo a perder con el susto, pero lo superó bien. Su hijito se acercó y le dijo

< Que señor tan grosero mamá, me preguntó por Pedro, pero le dije como me dijiste, que no lo hemos visto >
< Gracias hijo, muchas gracias, no es bueno mentir, pero en este caso si se puede ¿si lo entiendes?>
< Si mami, ese señor es muy malo y quiere lastimar a Pedrito y nosotros no lo vamos a permitir >
< No hijo, así es, gracias por ayudarlo >

Pedro suspiró de alivio, la suerte estaba de su lado. Si hubiera salido como lo tenía contemplado, su padre seguramente lo hubiera atrapado. Era un gran cazador, sabía seguir huellas y atrapar a su presa, era muy persistente. Se salvó por puro milagro. Ahora tendría que esperar a que su padre regresara con el grupo al pueblo y luego podría irse, aunque acá tampoco estaba del todo a salvo, era mejor quedarse por el momento, igual ya habían revisado sin encontrar nada sospechoso y eso podría salvarlo por el momento.

Pasarían dos semanas más, antes que Evangelina, regresando del pueblo, trajera buenas nuevas.

< Tu padre te da por muerto, Pedro >
< ¿en verdad? ¿porqué? >
< Dice que en el monte encontraron unos huesos, ya todos corroídos por los lobos y que seguramente eran los tuyos >
< Que raro, mi padre no suele dar conclusiones tan rápidamente, pero…>
< Creo que más bien le conviene decir eso ¿entiendes? como no te encuentran, prefiere darte por muerto que decir que se da por vencido en la búsqueda, tiene demasiado orgullo y no quiere confesar que tu eres más inteligente que él >
< Si, eso es cierto, lo conocemos >
< A ti te conviene mucho eso, porque significa que ya no te va a seguir buscando >
< Si, también es cierto y me puedo sentir más tranquilo, ¿que dijo mi madre? ¿lo sabes? >
< ¿tu madre?, bueno, no la he visto, pero supongo que debe estar muy triste < Lo supongo > dijo sin mucho convencimiento

Al día siguiente, Pedro finalmente se hizo al monte, caminando despacio y tranquilo, sabía lo que iba a enfrentar pero se sentía preparado. No sería fácil, tendría que caminar mucho antes de encontrar un lugar estable y seguramente se enfrentaría a terribles situaciones, pero su juventud y su valor lo harían salir adelante. Así se lo dijo a Evangelina, quien no estaba para nada conforme con su decisión, pero aceptaba que era lo mejor.

En los primeros días todo iba muy bien. Evangelina le había preparado viandas secas y suficiente agua en garrafas ligeras le permitían avanzar sin mayores contratiempos. En cuanto se iba acabando el agua, el recargaba las garrafas en los pequeños riachuelos que encontró. De cuando en cuando se encontró con algunos conejos, que huían aterrados de él y cuando tuvo que enfrentarse a su primer lobo, lo hizo con gran valentía, apoyado como estaba por la estupenda escopeta que le había regalado Evangelina, con un solo disparo el animal huyó aterrado.

El avance se fue haciendo más y más lento conforme iba avanzando monte arriba, la sierra era enorme y escalarla hasta cumbre significaba un gran esfuerzo, entre más avanzaba más montañas encontraba y eran cada una más alta que la anterior. Sin embargo, no se dejó amedrentar, seguiría hasta encontrar algún lugar en donde poder establecerse con seguridad. Aún no se sentía demasiado lejos de su pueblo y quería irse hasta el último rincón del mundo, donde nada ni nadie lo pudieran molestar.

En todo este tiempo, no dejaba de pensar en su hermana Emma, en sus demás hermanos, en su madre, en su padre también. Poco a poco fue entendiendo también algunas cosas que no había comprendido del todo. El silencio del bosque y la vida silvestre, lo ayudaron a orientar sus pensamientos de manera positiva, el aire tan fresco y los horizontes tan elevados lo llevaron a contemplar la existencia desde otro punto de vista, muy diferente al del pueblo y sus costumbres.

Pero no dejaba de condolerse por la injusticia que habían hecho de su persona al acusarlo falsamente de algo tan cruel y terrible y peor todavía que su madre, sabiendo la verdad, no lo defendiera y prefiriera verlo muerto antes que enfrentar a su padre. Esto, en verdad, no lo entendía.

En esto estaba, cuando en una terrible distracción pisó una piedra floja y con todo cayó por el abismo, golpeándose contra las piedras de manera espantosa, solo sintió un gran dolor y se desvaneció.

Cuando despertó, sintió un picor en alguna parte de la espalda, trató de moverse pero el dolor se lo impidió.

< ¿Evangelina? > preguntó en un susurro
< jaaa…jaaaa…> escuchó la risa y una voz destemplada le contestó
< No, no soy tu Evangelina, ja, ja, bebe esto, te va a sentar bien, bebe, bebe > le insistió la voz, aunque no podía distinguirle el rostro, había mucho humo espeso y muchas tinieblas alrededor por lo que no podía distinguir en realidad nada

Bebió algo con sabor a sapo, asqueroso, pero le quitó bastante la molestia de la espalda y le bajó considerablemente el dolor de manera muy efectiva. Se quedó de nuevo dormido.

Cuando despertó, ahora ya más alerta, pudo ver que estaba dentro de una cueva bastante amplia y el olor a madera y humo le picó la nariz hasta hacerlo estornudar.

< ¿Dónde estoy? ¿qué pasó? >
< Tranquilo muchacho > le contestó la misma voz destemplada que había oído antes < estás ahora a salvo en mi casa >
< ¿En su casa?, pero… >
< Si muchacho, si, te caíste por el acantilado y fue un buen porrazo, te salvaste de puro milagro, solo algunos huesos rotos y un buen golpe en la cabeza, pero tienes la cabeza muy dura, si, muy dura >
< Yo, este.. no entiendo, yo pisé una piedra floja y sentí que me caía y ya no sé nada más >
< pues no, que más querías saber, te caíste y te rompiste todo, pero ya te estamos curando y pronto ya te vas a sentir bien, pero ¿crees que ya puedas comer algo? has estado mucho tiempo sin alimento, sería bueno que intentaras comer algo, a ver… prueba esto > y le acercó una escudilla con algo que olía extraño, pero no tan mal como el otro brebaje anterior, lo tomó con cuidado y con mucha debilidad apenas y podía sostener el trasto, pero logró dar unos pequeños sorbos. No sabía nada mal y pronto terminó con la escudilla completa.
< Sí que tenías hambre, jovencito ¿ya te sientes mejor? ¿crees que puedas incorporarte un poco? > dijo ayudándolo con suavidad

Una vez un poco levantado, pudo ver con mayor atención el lugar y a su anfitrión y salvador. Era un anciano muy extraño, con una larga barba blanca y ojos curiosos, uno verde y otro azul, sus manos como garfios duros y a la vez suaves, lo manipulaban con la experiencia de alguien que sabe mover a un enfermo. Sus ropas eran pieles de animales, desde los pies hasta la capa con la que cubría su espalda y en la cueva tenía varias pieles más tiradas en forma irregular por todos lados.

< ¿Como te llamas muchacho, de donde vienes? Estás muy lejos de cualquier parte, no hay gente que llegue hasta aquí >
< Me llamo Pedro, señor y vengo del pueblo de Atotonilco >
< ¿Atotonilco? ¿El Grande o el Chico? > preguntó curioso
< El Grande >
< Ah, que casualidad en verdad, yo también nací en Atotonilco, pero el Chico, que cosas > contestó meneando la cabeza de manera graciosa y una sonrisa sin dientes iluminó su rostro arrugándolo, se veía gracioso y amigable y Pedro instantáneamente se sintió en confianza con este peculiar personaje.
< ¿Qué haces por acá tan lejos de todo? >
< Tuve que huir de mi pueblo, tuve problemas allá y no sabía adónde ir >
< Otra curiosidad, yo también tuve que huir de mi pueblo, me iban a matar si me quedaba >
< a mi también > contestó Pedro sorprendido de la coincidencia <¿cuánto tiempo lleva usted aquí viviendo en el monte?>
< ¿Tiempo? ay hijo, el tiempo acá en el monte no se mide como en la ciudad o en los pueblos, acá no existe el tiempo, igual pueden ser años, o siglos, no se sabe. El anciano se levantó con gran agilidad y salió de la cueva. Pedro aprovechó para dormir otro rato. Se despertó temprano, escuchó un pajarito cantando y se sintió de nuevo en casa, recordando. Al abrir los ojos y verse dentro de la cueva, todo regresó de golpe y se sintió muy, muy triste. Sin embargo, el anciano estaba allí y silbaba, como un pajarillo, contestándole al pájaro que cantaba fuera de la cueva. y sosteniéndolo con firmeza le ayudó a levantarse. Parecía tan frágil y quebradizo, pero no, era mucho más fuerte de lo que parecía y pudo apoyarse en él con todo su peso. Muy despacio y paso a pasito pudo salir a contemplar el amanecer en la montaña, nada más espléndido. El aire fresco lo renovó de manera instantánea y se le abrió el apetito, algo se estaba asando en una pequeña fogata al frente de la cueva y aunque la suave y tenue neblina seguía aferrándose a la copa de los árboles, no se sentía frío. El muchacho agradeció con toda su alma el haber encontrado este lugar y a esta maravillosa persona que le estaba ayudando y lo había salvado.

Lo miró con gran agradecimiento y tomó con alegría el pedazo de alimento que le dio el anciano junto con un pote de algo caliente que le reanimó instantáneamente. La tristeza con la que había comenzado el día, se había esfumado.

< Dígame señor, ¿usted como se llama? >
< Me llamo Saturnino, pero me dicen Don Nino > y soltó una carcajada que sonó a castañuelas
< Don Nino, estoy muy agradecido con usted por haberme salvado la vida >
< No te preocupes muchacho, es en parte mi trabajo, ¿sabes? soy un Chamán, o eso dicen allá abajo > dijo, señalando hacia el valle
< ¿un Chamán? >
< Si, o un médico brujo, me dicen así y es que he vivido mucho tiempo en el monte y sé muchas cosas de nuestra gran Madre la naturaleza, de quien me he convertido en su hijo por amor a ella >
< ¿y ha estado usted viviendo aquí, solo? < Pues solo si y no, casi todo el tiempo, a veces bajo al valle, a veces vienen por mí, a veces voy de visita, a veces me vienen a visitar, hoy estás tú aquí, mañana puede que te vayas y venga otro y se vuelva a ir >
< Que interesante >

Pedro se quedó mirando a su alrededor, era un paisaje maravilloso, la cueva daba directamente a un hermoso mirador hacia las montañas de la gran Sierra Madre Oriental, estaba tan estratégicamente colocada, que el aire pasaba de lado y no entrando de lleno a la cueva, pero sí ventilándola lo suficiente para que no se sintiera el ahogo normal en las cuevas. Desde donde estaba sentado, Pedro podía contemplar, como si estuviera volando sobre las nubes, el inmenso mar estático de las montañas que como océano, se extendían a todo el horizonte de lado a lado hasta donde podía ver. Estaban muy alto en las montañas y el aire estaba enrarecido por la misma altura y costaba un poco de trabajo respirar.

< Don Nino, ¿puedo preguntarle algo? >
< Pues si, muchacho, si puedes preguntar, no sé si yo pueda contestar > le dijo, guiñándole un ojo
< Usted habla un poco extraño, como si fuera extranjero o algo, una vez en el pueblo llegaron unos gringos y hablaban chistoso, un poco como usted y también tenías sus ojos claros >
< Ah, que gracioso muchacho, que te fijas en eso, bueno yo, si hablo un poco raro es porque he hablado muy poco con la gente, no suelo hablar mucho y la última vez que hablé con alguien fue hace tanto tiempo que ya no me acuerdo y por eso luego no estoy seguro de lo que digo y ¿mis ojos? ah.. una bruja me dijo que eran como una maldición para mí y no se equivocó por mucho, pero me sirven para ver y yo no los miro así que no sé como son, ¿como son? >
< Es que son raros, uno es verde, creo y el otro tiene un azul muy intenso, eso no es muy común >
< Me sirven para ver muchacho, me sirve bien todavía y me alegro mucho por eso, tu no deberías fijarte en como son mis ojos, sino más bien, en como son los tuyos ¿lo sabes? ¿si sabes como son tus ojos? >
< No, la verdad no, no me he fijado en mis ojos > aceptó Pedro, en verdad no se había fijado mucho en sus propios ojos.
< Los tuyos son negros, profundos y brillantes, llenos de sensaciones y de inteligencia, saben mirar y miran con suspicacia, tienes unos buenos y saludables ojos muchacho, aprende a apreciarlos >

Pedro se quedó callado, entendía que tenía ante sí a un gran sabio y sobre todo a una persona muy compleja a quien debería aprender a respetar callando y aprendiendo. Tenía ante sí a un gran maestro y se prometió a sí mismo, aprender todo lo máximo posible de él. Ya estaba empezando a admirarlo y a respetarlo, desde el primer día.

Pedro se recuperó pronto de sus heridas y pudo acompañar a Don Nino a una cacería, la más extraña jamás vista por el muchacho, irían a cazar un león de montaña, el más difícil de todas las criaturas del bosque, por su inteligencia y por su valor, un animal espléndido.

< Estoy muy apenado que tengamos que matar a este hermano tan hermoso, pero se ha pasado de listo y su curiosidad lo ha llevado demasiado cerca del pueblo en el valle, la gente allá esta atemorizada por el animal, pues ya atacó y mató a una persona y además se está llevando las gallinas y los borregos por lo que me han pedido que yo intervenga, saben que solo yo podré cazarlo, ya lo intentaron los hombres del pueblo, pero han sido ferozmente repelidos y agredidos por él, es un demonio demasiado inteligente hasta para ellos, ja, ja >
< Pero, si es tan listo y tan peligroso ¿no sería mejor que fuéramos varios a la cacería > preguntó Pedro con inocencia
< No hijo, este animal sabe defenderse y si somos demasiados, no nos podríamos mover con suficiente velocidad, debemos movernos mucho más rápido que él, ya lo verás >
< Pero, ¿no llevamos mi escopeta? >
< ¿Tu escopeta? No, para nada, no queremos convertirlo en puré, yo quiero su magnífica piel para venderla en el pueblo, esto nos podría representar un buen par de sandalias para ti, que ya te hacen falta, otro par para mi y algunas agujas y cosas que necesitamos, tu escopeta estropearía a piel de manera irremediable. Será a la antigua hijo, como debe de ser, mano a mano, sin ventajas para nadie y solo el más inteligente vencerá, ya lo verás, ya lo verás, pero no te engañes es un animal muy mañoso >
< ¿A mano? > preguntó Pedro aterrado, pero ya no obtuvo respuesta, Don Nino ya había acelerado el paso y subió montaña arriba casi corriendo, seguido como mejor pudo por Pedro.

Seguirle el paso a Don Nino fue muy difícil para Pedro, el ágil anciano parecía ir volando sobre las rocas sueltas de los ríos secos. Brincaba sobre los troncos como si fueran escalones y Pedro, con todo y su juventud, pronto se sintió agotado por el esfuerzo. De pronto se detuvo, encontró una huella del puma.

< Nos estamos acercando > puntualizó < pero que vivo el animal, su guarida está muy cerca de mi santuario, bien que sabe que allá es casi imposible para los hombres llegar >
< ¿Su santuario? >
< Si hijo, nunca he llevado a nadie allá, es mi lugar secreto donde suelo ir a orar, tal vez, si lo logras, puedas conocerlo tu por primera vez y para mi será un gran honor que lo logres, pero no será fácil muchacho, no será nada fácil >

Continuaron avanzando montaña arriba. Pedro encontró otra huella del puma cerca de una piedra, parecía que el animal allí se había apoyado con más fuerza para impulsarse, pero no se veía nada más, es como si hubiera dado un gran salto hacia algún lado, pero ¿hacia a dónde? El bosque seguía imperturbable al frente, o por lo menos eso parecía.

< Ten mucho cuidado muchacho, mucho cuidado ahora, ya estamos cada vez más cerca, pero el peligro también está muy cerca de nosotros, el animal ya nos olió y sabe que estamos aquí por él, se va a defender ¿entiendes? >

Pedro temblaba de excitación y un poco de frío también, a esta altura el aire era muy puro y el viento era mucho más fresco que más abajo y Pedro solo traía una camiseta ligera. Trató de controlar sus temblores pero era difícil. En eso se escuchó un crujido y Pedro soltó un brinco. Don Nino lo atrapó justo en el momento en que iba a caer a un profundo ventisquero oculto por las ramas enredadas.

< Dios mío > gritó Pedro, < si no me agarra usted, me mato >
< Te lo dije muchacho, esta zona está llena de ventisqueros muy traicioneros, imposibles de ver con el ojo humano, el puma también lo sabe y por eso va de salto en salto >
< Ay Don Nino, que susto >
< Tu espera mejor aquí > Sugirió
< No Don Nino, debo aprender, quiero aprender y ser su discípulo ¿como lo haré si en el primer susto me petrifico?, le ruego que me ayude, se lo ruego en verdad >

Don Nino lo miró como calibrándolo y asintió < está bien muchacho, lo intentaremos, pero debes seguir mis instrucciones cuidadosamente, no se te ocurra tomar alguna decisión imprecisa, puede costarte la vida >
< Si Don Nino, lo prometo >
< Pisa así y ahora así > le dijo colocando los pies de una forma especial, uno exactamente frente al otro y luego de manera horizontal. Pedro se sentía extraño haciendo estos pasos como de baile, pero entendió que solo así, el enramado podría soportar su peso sin caer al vacío.

Avanzaron muy despacio, pero de pronto, Don Nino se agachó y empujó al muchacho hacia abajo < allá está, que bello animal > dijo señalando hacia unos arbustos tupidos, en donde Pedro solo pudo distinguir unos brillantes y enormes ojos verdes, si, allí estaba el puma que estaban persiguiendo y el animal también los miraba con fijeza.

Don Nino dijo unas palabras en un idioma extraño, parecía un canto de guerra y cuando Pedro menos se lo imaginó, Don Nino pegó un gran salto hacia los arbustos, exactamente al mismo tiempo que el puma saltaba hacia ellos y se encontraron en el aire, Don Nino enterró su gran cuchillo de caza en el centro del cuello del animal, no sin antes sufrir un feroz zarpazo en el hombro. El animal murió instantáneamente y Don Nino quedó tendido junto a él. Estaba llorando.

< Dulce hermano mío, perdóname por favor > le dijo sobándole la cabeza < que tu espíritu encuentre el camino hacia la luz infinita y que sea libre >
< Don Nino, está usted herido > confirmó Pedro señalando la herida que sangraba profusamente
< No es nada hijo, nada tan grave como para preocuparse, trae por favor mi costalito, allí tengo unas hierbas que pararán la hemorragia >

Pedro le acercó el costalito y tan pronto Don Nino se puso unas hojas como emplastos, se paró el sangrado, tal como él había dicho.

< Tendré que despellejar al puma, muchacho y trataré de aprovechar todo lo que se pueda de este bello ejemplar, tu mientras tanto, camina hacia allá, como te enseñé y ten mucho cuidado, mucho ¿de acuerdo? > le dijo señalando hacia el frente
< ¿Que tanto debo caminar Don Nino? >
< Ya lo sabrás en cuanto llegues >

Pedro avanzó con muchísimo cuidado, poniendo los pies como le había enseñado Don Nino, dos o tres veces estuvo titubeante y a punto de tropezar, pero su temple le ayudó a mantenerse sereno y seguir avanzando, fijándose mucho donde ponía los pies, hasta que de pronto sintió algo diferente, el piso parecía más firme. Alzó la vista y lo vio. No podía creerlo. Una gigantesca roca justo enfrente de él, de color rojo intenso, deslumbrante, casi transparente y bellísima, tan alta como él y tan ancha como una persona obesa. Una impresionante piedra. En cuanto la vio recordó en sus clases de geografía en la escuela, que estas piedras existen pero en un tamaño muy pequeño, nunca tan gigantescas. Cuando se acercó a la misma, lo pudo constatar, era un rubí pero enorme y lo más extraño, en cuanto puso su mano sobre la roca, esta comenzó a vibrar suavemente, emitiendo un dulce zumbido, como el canto de un ángel y en donde colocaba su mano, el sonido era diferente, muy suave y relajante. Pedro se sometió enseguida a la magia de la piedra y se sintió volar por el cielo infinito, no podía evitarlo y comenzó a llorar suavemente en un principio y luego con más fuerza, hasta terminar sofocado. Sintió la necesidad de orar y pidió por la paz, por el amor, por la comprensión. Sin saberlo, estaba pidiendo más que por sí mismo, por todos, por sus hermanos, por su madre y por su padre y el llanto era para él en ese momento, el mejor de los consuelos.

Escuchó la voz de Don Nino que le llamaba para marcharse. No quería separarse de la hermosa roca, pero le urgía también contarle a Don Nino su experiencia en este lugar, definitivamente sagrado y agradecerle de todo corazón que le hubiera permitido conocerlo.

En cuanto se encontraron, Don Nino le pidió silencio y juntos bajaron la montaña hasta la cueva, cargando con todo lo posible del puma, su piel, sus colmillos, sus garras y algunas piezas de carne que Don Nino seleccionó cuidadosamente.

Llegaron a la cueva en silencio y Don Nino preparó los productos para secar la piel y dejarla dispuesta para la venta, entre tanto Pedro lavó cuidadosamente los enormes colmillos del puma, como así también las impresionantes garras.

Pedro ardía en ansiedad de contarle a Don Nino su experiencia con la piedra, pero ya estaba conociendo a su maestro y sabía que él le diría cuando sería el momento de hablar y cuando el momento de callar, por ahora, tendría que controlarse y eso era una gran disciplina para el muchacho, pero lo lograba perfectamente.

A la noche, cuando las estrellas brillaban intensamente en el hermoso cielo de la montaña, Don Nino finalmente le permitió al muchacho expresarse

< Es que en verdad no puedo creerlo Don Nino, de verdad que es un sitio sagrado, es maravilloso, me sentí en el cielo, tuve que orar y lloré y lloré hasta el cansancio >
< ¿y como te sientes ahora muchacho? >
< Muchísimo mejor, más ligero diría yo, como si me hubieran quitado un gran peso >
< Pues eso es exactamente lo que pasó, te quitaste el gran peso de la culpa >
< ¿De la culpa? pero si yo no siento culpa alguna >
< ¿No? ¿ninguna? ¿de la muerte de tu hermana? ¿de la pena de tu madre? ¿del odio de tu padre? yo creo que sí sentías muchas culpas y estas ya están fuera de ti ahora. < Pero, Don Nino, yo no… oiga, ¿como sabe de la muerte de mi hermana? yo no le he platicado de eso >
< No es necesario muchacho, yo oigo perfectamente bien tu interior y es muy claro lo que te pasó yo lo entiendo perfectamente >
< Pero, ¿como puede?… >
< Bueno, a ver… tu hermana murió de manera terrible, tu madre te echó la culpa, tu padre te odia y tu tuviste que huir de tu casa porque todos te quieren matar ¿verdad?, pero tu te sientes como si fueras algo único, eso es comprensible, pero no eres único muchacho, formas parte de un gran universo en donde todos estamos vinculados, todos muchacho vivos y muertos y esto que dices que te pasó solo a ti y que de manera incomprensible para tu alma es imperdonable e injusto, también les pasó a todos los que estuvieron en ese terrible momento contigo ¿entiendes?, todos ellos sufrieron de igual manera, tu hermana muerta, tu madre, tu padre, tus hermanos, todos vinculados por un momento espantoso que destrozó de igual manera tu forma de vida y la de todos ellos también. Circunstancias, muchacho, circunstancias y eventos que incalificables e inalcanzables para nuestra comprensión, derivan en nuevas circunstancias, diferentes y exactas para cada uno, porque es precisamente y exactamente una y solo una para cada uno de nosotros. De otra forma, muchacho, nunca nos hubiéramos conocido, por así decirlo, bueno, es mucho más extenso que solo esto, pero creo que podrás entender la primera parte de lo que significa ser uno con el universo >
< Uno con el universo > repitió Pedro, < no lo entiendo del todo, pero creo ver algo, no lo sé >
< Medítalo bien y recuerda el santuario, esto te ayudará a sanar tu alma que ha estado sufriendo demasiado, por algo que no puede remediarse, más que con comprensión hijo, solo con comprensión y compasión >

Pedro quedó pasmado con esta gran lección que su maestro le estaba regalando, si, no era tan fácil comprenderla pero poco a poco y con mucha paciencia, el maestro le fue aleccionando suavemente en el camino de la misericordia hacia lo incomprensible, hacia lo terrible que a veces puede ser la vida y los mismos hermanos de sangre y de carne, que nos despedazan a veces, sin darse cuenta que se están despedazando también a ellos mismos.

Pasó algún tiempo cuando escucharon a lo lejos voces airadas que gritaban

< Maestro Chamán, maestro Chamán, necesitamos su ayuda gran maestro, por favor ayúdenos > Eran gente del valle que con gran esfuerzo habían llegado hasta a cueva de Don Nino y suplicaban su ayuda. Entre ellos había una mujer que gritaba llorando y suplicando por su hija que se estaba desangrando.

< Vino el doctorcito del pueblo grande y está haciendo todo lo posible por salvarla, pero sabemos que no puede hacer nada, solo usted querido maestro puede salvarla, ayúdenos por favor > suplicó con toda el alma puesta en sus manos dolorosas.

< Vamos muchacho, vamos enseguida a ayudar a esta pobre mujer, corramos enseguida >

Pedro apenas y tiempo tuvo de ponerse sus sandalias y agarrar el costalito con las medicinas tradicionales de su maestro cuando éste ya estaba en camino, casi corriendo delante de todos.

Cuando llegaron a una modesta casa en las cercanías del río que alimentaba al pueblo, Pedro pudo constatar que se trataba de una mujer muy joven que recién había parido a su bebé y que sangraba profusamente. En cuanto llegaron Don Nino se acercó a la muchacha y tomándola de la mano le pidió que se relajara, cosa que la muchacha hizo enseguida, confiando en la suave voz que la consolaba.

< Pedro, necesitaré unas flores de Corona del Rey, ya sabes a cuales me refiero muchacho, trae varias >

Pedro se apuró y encontró unas matas que ya conocía y arrancó varias de las hermosas florecillas rojas como granates y las metió en su costal, en cuanto llegó el maestro las juntó con otras hierbas que ya tenía listas y preparó una masita, misma que hirvió con un poco de agua y se la dio a beber a la muchacha, que enseguida dejó de sangrar.

El doctor, quien allí se encontraba, no daba crédito a sus ojos. La muchacha no solo dejó de sangrar sino que casi enseguida pidió le llevaran al bebé y le dio de amamantar, un rato después ya estaba de pie cocinando y por las hermosas mejillas y los ojitos brillantes, se veía que sanaría muy rápido.

< Debes beber este brebaje por lo menos cada media hora hasta que se acabe y luego recuéstate a descansar y no dejes de alimentar a tu bebé, todo esto te sanará más rápido > le recomendó Don Nino.

< Dígame señor, ¿cómo lo hizo? ¿qué le dio a la muchacha que la sanó tan rápido? por favor, ¿es magia? > preguntó el doctor incrédulo
< Si doctor, es algo de magia, combinada con mucho amor y mucha compasión, es una magia muy especial que créame, no la enseñan en sus escuelas > Le contestó Don Nino, con ese guiño tan peculiar cuando quería reírse un poco de alguien, sin ofenderlo.

Pedro se sintió mal, recordó a su hermanita Emma y lamentó mucho no haber conocido a Don Nino antes, seguro él la hubiera salvado, como había salvado a esta muchacha. Don Nino pareció intuir lo que el muchacho pensaba y le dijo

< ¿Que te sucede muchacho?, ¿son los recuerdos dolorosos los que ponen esa pena en tu rostro? < Si maestro, esta muchacha me recordó a mi hermana >
< No lo lamentes hijo, porque ella es tu hermana, que en esta oportunidad y circunstancia se ha salvado, tu otra hermanita la está mirando ahora y el universo entero se ha girado a su favor, por eso es tan importante la misericordia y el perdón, porque nunca sabes cuando verás a tu hermana de nuevo y bajo que circunstancias y si no estás preparado, no podrás perdonarla ni perdonarte tampoco, no cierres tus ojos muchacho, no los cierres nunca y acepta el perdón que en esta ocasión, te están regalando con la vida de esta mujer, hoy >

Pedro abrió la boca y de nuevo sorprendido por las extrañas pero hermosas enseñanzas de su maestro, que lo iban conduciendo suavemente hacia un nuevo camino, completamente desconocido para él.

El tiempo seguía su curso y Pedro cada día aprendía más y más de su querido maestro, quien ahora se había convertido para él en su padre y su guía. Don Nino le hablaba cariñosamente y siempre le llenaba el alma de belleza y serenidad, le hablaba de la belleza escondida hasta en el ser más feo y horripilante, de la forma en que la naturaleza equilibraba todas las cosas, que si había demasiados mosquitos, bueno, habría también más ranas, que si eran demasiadas ranas, bueno, habría también más serpientes, que si se inundaba el campo de serpientes, entonces equilibraba las cosas de otras formas, con sequías, incendios u otros medios que a nosotros, como humanos, nos parecen siempre crueles y monstruosos, pero que al final solo representan para la naturaleza, el equilibrio indispensable para la existencia perfectamente nivelada en nuestro planeta. Solo los humanos tuvimos la oportunidad de mover ese equilibrio, pero la naturaleza no se deja engañar y sabe equilibrar incluso nuestros errores.

Y sobre el universo, el maestro tenía una perfecta idea del funcionamiento universal, de la vida y de la muerte y de cómo todo esta entrelazado y como la muerte representa vida y la vida es una muerte presencial, tan solo temporal en lo que alcanza una nueva vida y otra muerte existencial. Todo lo representaba por medio de la luz, luz que ilumina todo lo que se oscurece, pero en donde la misma luz es oscuridad y luz nuevamente.

Pedro igualmente comprendía algunas de las alegorías y otras de plano no, aunque se esforzaba por comprender. El maestro lo consolaba diciéndole que el camino para la sabiduría se da con pasos muy cortos y grandes saltos. Pedro nunca entendió esto, lamentablemente. Pero igual que aprendía de su maestro sobre los temas más extraños, también aprendió sobre las plantas medicinales, la relación entre los venenos y su aplicación para sanar, como curar huesos y roturas, como consolar viudas y huérfanos dolidos por pérdidas irreparables, como sanar corazones traicionados y usar la voz como herramienta para meditar y para alabar, sobar y acariciar y contemplar con admiración la magia pura de la vida misma, desde su más humilde representación, a su máxima exposición.

Sobre todo, Pedro aprendió a orar con el corazón. Con frecuencia iba a la roca del santuario a buscar la paz que tanto anhelaba y solo allí la encontraba, cantando al unísono con la piedra y derramando lágrimas de sanación sobre su alma que aún seguía atormentada por el dolor y la angustia de su terrible pasado.

Ocho años pasarían antes de que Pedro se sintiera lo suficientemente fuerte para regresar a su pueblo. Tenía que volver y aclarar muchas cosas, particularmente algunas que él necesitaba dejar amarradas firmemente en su alma, para poder hallar el equilibrio que su maestro le pedía constantemente. Así se lo dijo un día y el maestro comprendió perfectamente.

< Claro muchacho, claro que debes volver allá y corregir los destinos que están torcidos ahora, yo sé que serás muy prudente y sabrás calificar en toda su capacidad, a cada uno de los integrantes de tu pesadilla y deberás recoger también todo lo que tu mereces en realidad, esto no puede dejarse al vacío solamente si tienes la oportunidad de perdonar y ser perdonado de manera definitiva >
< Regresaré maestro, regresaré cuando sepa que he sido perdonado y que yo haya perdonado también >
< Si hijo, regresa cuando estés bien y sabes que te esperaré, si no aquí, allá > dijo, señalando al cielo

Pedro abrazó con suavidad y ternura a su querido maestro y sabiendo que ambos ya formaban uno solo con el universo, no sintió temor alguno, aunque sabía que su maestro ya era muy anciano y podría dejarlo físicamente en cualquier momento, sabía que él continuaría vigilante y sanando a todos donde quiera que lo necesitaran y seguiría siempre junto a él en todo momento.

Pedro desanduvo el camino tantos años antes tomado, lo desanduvo despacio, meditando en todo momento y permitiéndose también llorar y orar por todos los que lo habían dañando de tal forma, que cuando finalmente llegó al pueblo de Atotonilco el Grande, casi no lo reconoció, pero Evangelina lo reconoció de inmediato.

< Pedro, pero Pedro ¿eres tu? ¿en verdad eres tu? cuanto has cambiado > le dijo y le abrazó efusivamente, sus hijos al oírla se acercaron de inmediato
< Es Pedrito, es Pedro, que bueno >
< Tantos años, Pedro, no puedo creerlo, pero ¿que has hecho de tu vida? ¿Por donde anduviste? >
< Si Pedro, sí, cuéntanos >
< Me fui al monte, como te dije, pero fue maravilloso y conocí a un gran maestro que me cambió la vida por completo >
< ¿En verdad? >
< Si, les cuento si quieren, pero… >
< Ah, si, claro, pasa a la casa, pasa por favor >

Entraron a la casita y Pedro cómodamente sentado en un sillón, les fue platicando un poco de todo lo que había visto y vivido en todos esos años. Tanto Evangelina como los dos niños, que ahora ya eran unos jovencitos, miraban a Pedro atónitos y sin creer lo mucho que había cambiado.

< Pues yo también debo decirte algo Pedro, algo triste que no sé como lo tomarás > puntualizó Evangelina
< Tu mamá murió hace unos cinco años aproximadamente, le dio una enfermedad y junto con la gran tristeza que tenía se acabó muy rápido, nunca pudo recuperarse de la muerte de Emma y de tu desaparición, aunque nunca creyó tampoco lo de tu muerte y de los huesos que encontró tu padre y aunque yo le dije que vivías y me atreví a contarle que estuviste conmigo hasta el día en que decidiste irte al monte, pero tu madre nunca pudo soportarlo y yo creo que murió de tristeza > Evangelina se secó una lágrima y mirando a Pedro, vio la paz reflejada en su rostro.
< No sientes pena por la muerte de tu madre >
< Si, mucha, más de lo que te imaginas, porque ya no podré ser perdonado por ella en esta vida, ni tampoco podré encontrar la forma de perdonarla desde aquí, pero sé que nos encontraremos en otra forma y deberemos perdonarnos más tarde o más temprano en otra oportunidad y en otra circunstancia >

Evangelina no lo entendió de momento, pero tampoco se atrevió a cuestionarlo, finalmente tenía ante sí a un hombre formal y aunque su actitud era extraña, no dejaba de ser el Pedro que ella conoció desde muy pequeño y ahora admiraba su forma tan elegante y seguro de si mismo. Pedro se había convertido en un hombre hecho y derecho, de eso no cabía duda alguna.

< De tu padre no puedo decirte mucho, sigue igual, sigue tomando, trabajando y peleándose con tus hermanos, Clara se casó con el primo segundo del hijo de don Heriberto, después de muchos corazones destrozados, Mati y las otras muchachas siguen con el trabajo de casa, de tus hermanos, Agustín también ya se casó y Pablo está por casarse en los próximos meses, en fin, que la vida sigue y sigue, tu lo sabes >
< Si, lo sé, debe seguir y muchos tratan de aparentar que todo va igual aunque en realidad ha cambiado profundamente, no ven esos hermosos cambios y prefieren lo seguro antes que la belleza de lo inestable y cambiante >

Se quedaron un rato callados, los jovencitos ya estaban muy cansados y se retiraron a dormir.

< ¿Quieres quedarte esta noche? Tengo la camita extra de siempre >
< No, bella amiga, te lo agradezco sinceramente, pero estoy tan acostumbrado ya a dormir bajo el techo de estrellas que me sentiría atrapado bajo un techo de concreto > y le guiño el ojo, sonriéndole un poco, recordando con este gesto a su querido maestro y se rio un poco de su simple ocurrencia.
< Está bien Pedro, como tú digas, pero quiero verte pronto de nuevo, debemos seguir platicando >
< Claro Evangelina, si el tiempo así lo permite, así será > le contestó y se dirigió hacia la puerta.

Una vez fuera de la casa, Pedro respiró profundamente, si, la muerte de su madre era un doloroso contratiempo y una pena muy grande. Decidió ir al pequeño cementerio en donde seguro encontraría su tumba, era bueno acercarse a los restos mortales de un ser amado, para poder sentirlo un poco, como si estuviera más cerca, aunque él sabía que su madre estaba mucho más cerca de él en sus nuevas circunstancias que lo que él podía ver ahora, en su forma actual. Igual para él era estar aquí o allá.

Pedro encontró la tumba de su madre más o menos en donde recordaba estaría el terreno comprado para la familia. Si, allí estaba una lápida con el nombre y las fechas de nacimiento y muerte. Sintió frío. Trató de recordarla en todas sus formas, cuando reía, cuando gritaba, cuando se enojaba, cuando lloraba, sobre todo, recordó mirándolo con tanto dolor cuando le dijo que tenía que irse. ¿Por qué no pudo ver ese dolor antes? ¿Por qué no pudo adivinar la pena tan grande de la madre de perder a dos de sus hijos casi al mismo tiempo? Claro que sus motivos eran extrañamente cobardes aparentemente, para una madre con tantos hijos o ¿no sería una forma de ella para salvar a sus otros hijos? ¿no era ella también una herramienta, como le había dicho su maestro, para encontrar el perdón? ¿no sabría ella de antemano de alguna forma, que esta era la vida que le correspondía a él, a Pedro? ¿que él era el único que podría sobrevivir a esta vida así?. Nunca lo sabría, pero en estas preguntas también estaban las respuestas y Pedro se sintió aliviado de poder conectarse así con su madre y pedirle perdón y sentirse perdonado.

Al amanecer, Pedro seguía recostado sobre la tumba de su madre cuando escuchó al pajarito cantando, a ese que siempre lo había despertado de niño, tan temprano y una gran alegría lo sacudió de pronto. Se sintió de nuevo niño y se levantó con mucha energía y gran alegría. Hoy vería a su padre y a sus hermanos, no tenía ni idea de lo que sucedería, pero se sentía bien, fuerte y seguro que todo estaría bien.

Pablo fue el primero que lo vio y lo reconoció

> Pedro, es Pedro, Agustín, Clara, es Pedro, regresó < Y sin más abrazó a su hermano con mucha alegría > Papá dijo que estabas muerto, que te mataron los lobos, pero yo sabía que no era así, estaba seguro > Pedro lo miró con extrañeza, era raro que Pablo dijera eso
< ¿por qué sabías eso, por qué estabas tan seguro? > le preguntó
< Bueno, no lo sé, pero estaba seguro > le contestó con gran alegría

Clara salió a ver a su hermano y mirándolo se sonrojó profundamente

< Pedro > solo atinó a decir

El resto de los hermanos y hermanas ya estaban rodeándolo y tocándolo o abrazándolo alegremente, como si se hubiera ido de viaje y ahora estuviera de regreso.

Pedro se acercó a Clara y mirándola profundamente a los ojos le dijo

< Perdóname hermana, te pido perdón de verdad >
< Soy yo la que debe pedirte perdón Pedro, soy yo, tu no sabes la verdad, no sabes que yo… >
< Lo sé y no debes ya sentirte mal, no lo entendí durante mucho tiempo y todavía no lo entiendo del todo, aún me falta mucho por aprender, pero sé que no tuviste la mala intensión de lastimarme, sino que fuiste movida por las circunstancias >
< ¿Las circunstancias? ¿cuáles circunstancias? Yo me porté como una estúpida y te castigaron cruelmente por mi culpa, yo soy enteramente culpable de que te corrieran, aun sabiendo que no tenías nada que ver, yo…>
< Ya, tranquila hermanita, no te angusties más, perdóname y perdónate no fue así como lo dices, aunque así pareció, gracias a eso yo conocí a un maestro que me ha cambiado por completo la vida, déjame que te cuente un poco de él >

Y así Pedro, condujo a su hermana y a sus otros hermanos y les platicó de sus experiencias en la montaña y de lo mucho que ahora amaba la vida y respetaba las cosas de las que estaba hecha, incluso de aquellas que parecen terribles y monstruosas, son al final un equilibrio natural.

Los jóvenes escucharon admirados a su hermano y aunque no pudieron, por lo breve, comprender del todo lo que él trataba de decirles en forma resumida, lo que sí notaron es que su hermano ahora hablaba con gran sabiduría y en su rostro se veía una paz infinita, una alegría indescifrable y sobre todo una madurez muy sorprendente, para todos los que lo habían conocido pocos años antes.

Ya bastante entrada la noche, llegó el padre, completamente ebrio y sin darse cuenta de Pedro se metió a su habitación y se encerró en ella.

< ¿Bebe mucho nuestro padre? > Preguntó Pedro
< Si, desde la muerte de mamá casi no pasa día sin que esté completamente borracho, ya casi no va a trabajar. Por suerte para nosotros, Agustín y Pablo ya pueden manejar muy bien el campo y los cultivos y saben también administrarse y con eso nos ayudan a todos los demás. Bueno, yo ya estoy casada y mi esposo y yo venimos de cuando en cuando a ver como va todo y si están bien. Pero papá está muy mal y así tomando todos los días ya no nos durará mucho, eso digo yo > apuntó Clara con su característica falta de criterio y sensibilidad

Pedro solo se rio, pero no dijo nada. Al día siguiente, cuando el padre se levantó, todos ya estaban listos para sus labores y Pedro lo estaba esperando en la cocina. Al verlo, el padre abrió la boca, la volvió a cerrar, gritó a Mati que quería su café y sin quitarle la vista a Pedro, no le dijo nada, solo lo miraba, con furia y enojo y hasta con un poco de espanto.

< Padre, perdóname > fue lo que dijo Pedro

En ese momento, el hombre soltando un grito espantoso, se abalanzó sobre él agrediéndolo < Tú estás muerto, tu estás bien muerto y así debes quedarte y si no es así, yo te mato ahora > gritó de nuevo. Trató de agarrar a Pedro por el cuello, pero no pudo, la agilidad y velocidad de Pedro, aprendida en la montaña, impidieron que el pudiera siquiera tocarlo.

< Papá, no papá, espera > grito Carla, < ya no papá, debes saber a verdad, escúchame >
< ¿la verdad? ¿que quieres decir? ¿cuál verdad? >
Y Carla, armándose de valor le contestó
< Pedro no tuvo nada que ver con el embarazo de Emma, nada en absoluto, fue una gran injusticia la que hicimos con él >
< ¿Qué? ¿qué estás diciendo? >

Carla, agarrando fuerzas desde la mirada de Pedro y de sus demás hermanos, se atrevió a decir la verdad, la confesión de Emma antes de morir y la obligación de mantener el secreto, por el miedo de la madre.

El padre, al escuchar la historia real, se tiró sobre la silla y se ahogó en llanto. Pedro se acercó de inmediato y trató de abrazarlo.
< Padre, padre, perdóname > gritó Pedro
< Pero, pero, no entiendo, no entiendo ¿Gregorio? ¿como pudo hacernos esto? es como mi hermano, no, Gregorio no fue, no pudo ser, aunque…. < Aunque qué papá > preguntó Carla < aunque qué, es hora de dejar de fingir, dinos lo que querías decir >
< Es que Gregorio en una borrachera, nos dijo muy orgulloso que se había ``tirado``a una virgen y que lo había disfrutado tanto que lo haría de nuevo, todos solo nos reímos, total, en que nos afectaba, pero cuando supe de lo de Emma, una voz me dijo que no era Pedro el culpable y no sé por qué pensé en Gregorio, Dios, ¿porqué no me dijeron la verdad en su momento? >
< A mamá le dio miedo tu reacción, si eras capaz de matar a tu propio hijo, que no le harías a ella o a cualquiera de los demás, incluso al propio don Gregorio, ¿entiendes? hubiera sido una masacre y tal vez hasta a ti te pudo costar la vida, el acusar a Pedro, hizo las cosas más sencillas, aparentemente, fue la única salida que encontramos en ese instante tan terrible >
< Padre, estuvo bien, todo estuvo bien, por favor trata de entender, todo estuvo muy bien > le dijo Pedro mirándolo directamente a los ojos y con su voz especial para consolar, trató de apaciguar el impresionante dolor que sentía su padre en ese momento
< Padre, por favor perdóname y perdónate a ti también, fue bueno al final lo que pasó y ahora estoy de vuelta, aquí, pidiéndote perdón >
< Déjate de estupideces, ¿cómo me pides perdón si traté de matarte? es más, para mi sigues muerto > y quitándose a Pedro de encima, lo lanzó hacia la pared y se fue nuevamente a su cuarto encerrándose de inmediato y antes de que nadie pudiera evitarlo se escuchó el tiro de un arma. Pablo y Agustín se abalanzaron sobre la puerta tirándola de inmediato, solo para ver al padre tirado en el suelo, con el arma aún humeante en su mano derecha y el cráneo destrozado.

La casa se volvió un caos, Carla salió corriendo a buscar a su marido y juntos volvieron al poco rato acompañados por la policía y varios agentes investigadores. La comidilla del pueblo no se hizo esperar, Pedro vivo, el padre muerto, el resurgimiento del escándalo de la niña embarazada y peor aún, el conocimiento ahora del pueblo, del verdadero culpable. Don Gregorio, quien al saberse descubierto y además ahora acusado de varias violaciones posteriores adicionales a la de Emma, pues esto le abrió la boca a muchas jovencitas que se habían quedado calladas por miedo, obligaron al violador a tratar de huir, pero sin lograrlo, lo atraparon antes de que pudiera salir del pueblo y estuvieron a punto de lincharlo públicamente si Pedro no los hubiera detenido a riesgo se su propia vida.

Las cosas poco a poco tomaron su lugar y ahora ya más tranquilos, todos miraban a Pedro con gran respeto y admiración.

< ¿Porqué te arriesgaste tanto para salvar a Don Gregorio? Merecía morir a pedradas, el muy cochino, ahora solo va a ser sentenciado a la cárcel, por suerte, con tantas demandas y que sea de por vida > comentó Carla furiosa
< No hermanita, no, no debes pensar así, recuerda que todos estamos entrelazados en el universo, todos somos hermanos y tarde o temprano nos encontramos mirándonos de frente y pidiéndonos perdón >

Carla no lo entendió del todo, pero respetó a su hermano y cuando él le dijo que se marcharía de nuevo al monte, lo comprendió y con un abrazo muy fuerte, lo despidió con todo su amor y su cariño renovados. Igual todos los hermanos y hermanas se despidieron de él y Evangelina y sus hijos, no pudieron contener el llanto.

< Te extrañaremos demasiado Pedro, no te vayas > comentó Evangelina en un mar de llanto
< Debo ir, pero tal vez regrese, no lo sé >
< Sentimos mucho que tengas que irte, en verdad > aseguró la hija de Evangelina

Pedro se despidió de todos, incluso pasó un buen rato en la tumba de sus padres, despidiéndose de ellos también y buscando en alguna señal, algo que lo hiciera sentir perdonado y así fue, un pequeño jilguero se posó sobre su hombro confiadamente y picoteándole amistosamente la oreja, le hizo saber que había alcanzado el perdón que tanto anhelaba y llorando aceptó la señal y se sintió renovado y feliz.

Alcanzó a su maestro y le pudo contar toda su experiencia y el maestro se sintió muy feliz y orgulloso al ver a su pupilo tan completo y consciente de sí mismo.

Solo en el perdón, cuando la vida te muestra su peor rostro, es donde puedes encontrarte a ti mismo.

FIN.